miércoles, 4 de noviembre de 2020

La fotografía y el ruido de fondo


Cuando era profesor  preguntaba a mis alumnos cual era la razón por la que hacían fotografías, no eran pocos los que alegaban buscar un medio de expresión, las primeras veces que hice esa pregunta esperaba una respuesta contundente, al poco tiempo desistí de tener expectativa ante la contesta y terminé por volverla parte del ritual del primer día de clases, algo así como las fórmulas de cortesía que uno utiliza con ciertos compañeros de trabajo cuando no hay más opción que ser amable, uno sabe que le interesa muy poco la respuesta sin embargo, con una sonrisa lo más sincera posible hasta contesta con una muestra de interés que de tanto fingir ya parece sincera, eso sucede sobre todo en el caso de los alumnos de universidad, son tantos que no creo que ningún profesor los recuerde a todos, por tanto alegar interés genuino tampoco es muy sincero que digamos.

Por suertes de la vida jamás he podido dar una clase de literatura, la esclavitud de la hoja de vida siempre determina que los contratantes serios se decanten por el área de más conocimiento, al menos según los respaldos que guardo en un maletín bajo mi cama, estoy casi seguro que entre aspirantes a escritores la respuesta ante esa duda sobre las razones por las cuales buscan saber un poco más sobre el oficio sería no solo más sincera, también llevaría el tema de conversa por relatos más interesantes que los expresados por los fotógrafos bisoños, quizás lo peor sea saber que muchas veces los más experimentados sufren del mismo mal. La razón es simple, en la mayoría de los casos son seres visuales que asumen la imagen como un prodigio única y exclusivamente debido al manejo de la luz, los recursos técnicos y hasta los rituales de procesamiento en su computador, como además muchos son alérgicos a la lectura aparentemente les cuesta  asumir que la verdadera imagen no la fabrica la cámara, es un reflejo absoluto de los procesos de pensamiento de su autor, no tener eso claro es como imaginar que un poseedor de una computadora cuántica pueda ser mejor escritor por tener la mejor pc.

Una vez comprobado que el oficio del fotógrafo (al igual que el de escritor) es una suerte de ejercicio que termina por ser la manera menos impúdica de andar desnudo en público, la manera de percibir el oficio cambiaria totalmente, la fotografía hoy parece ser un asunto de tecnósofos consumados que asumen el hecho fotográfico como un malabarismo técnico que les permite utilizar lenguaje de iniciados para impresionar incautos,  sin tener en cuenta que hasta la ausencia de profundidad en el discurso visual es el reflejo fiel de lo que sus deseos, dudas, esperanzas o búsqueda intelectual se cruce por su cerebro al momento de mostrar la imagen, he ahí la razón básica de que nunca queden en ningún salón (competencia artística) importante y si revisan sus currículos solo exponen invitados por amigos o patrocinados por ellos mismos. El asunto reviste alguna complejidad cuando abordamos el tema discursivo desde la teoría pues esta es extensa y tiene una tendencia bastante marcada a complicarse a través de los enrevesados caminos de la explicación de fenómenos tan complejos como el pensamiento, sobre todo cuando estos nacen de un reflejo condicionado por la experiencia, algo así como explicar el amor desde  la óptica filosófico científica de algunos autores.

Filtrar el pensamiento en el trabajo es cuestión de dejarse llevar, comenzar a proponer posturas personales ante los objetos (sujetos, paisajes o cualquier otro motivo) fotográfico, por ejemplo, si el fotógrafo es de esas personas que se sienten incomodas entre desconocidos, tanto más si los eventos son tan emotivos como los matrimonios, difícilmente podrá destacar entre los otros fotógrafos que disfrutan del evento tal como si fuesen participantes y no los empleados de registrar el acto. Mi primer trabajo como fotógrafo fue el de ser asistente de iluminación de un fotógrafo quien tenía tal gusto por los eventos que hasta lagrimas soltaba de vez en cuando llegando incluso a ser víctima de mis burlas reiteradas ante tal actitud ya que jamás he podido emocionarme, de hecho en las fiestas de bodas lo que me interesaba era precisamente eso que no se vende, los borrachos felices, los enamorados de una noche, las expresiones desgarradoramente evidentes de novias incómodas y todo eso que formando parte de la naturaleza de cualquier evento usualmente no se retrata por ser ajeno totalmente a los recuerdos que quieren guardar, muchos años más tarde, una noche de pensamientos introspectivos encendí mi pc para revisar los archivos de bodas pues a pesar de todo trabajo es trabajo y toca ganarse la vida, luego de una revisión descarnada e implacable terminé estando ante unas imágenes bonitas, bien encuadradas, en el color justo, las escenas precisas pero tan frías, distantes, con la misma emoción de una cámara de vigilancia que decidí nunca más fotografiar bodas pues no siendo malas tampoco están a la altura de lo que busco, sentí que estafaba gente.

Sin embargo los fotógrafos que disfrutan de los rituales, esos que supuran romanticismo serán exitosos siempre pues estarán en sintonía con las novias que al final es lo más determinante, lo mismo aplica para otras muchas variantes de la fotografía donde esa impronta de la imaginación otorga pequeñas diferencias que terminan siendo la marca distintiva del éxito en su oficio. En otras áreas más complicadas, como la artística, la libertad es total, no se responde a más canon que la habilidad técnica para resolver los problemas que supone la construcción de la imagen, de hecho la mayoría de los maestros que conozco basan su técnica obviando el asunto tecnosófico pues no están interesados en hacer malabares, simplemente se contentan con que su visión esté fielmente retratada y listo, tanto así que jamás he escuchado a ninguno hablando de Raw, filtros digitales, plugins de Photoshop, la maravilla de Ligthroom ni nada por el estilo, la cosa es la imagen que lo demás son florituras que sobran, esto permite concentrarse en la visión, dejar que la emoción fluya en esa combinación de obturación , diafragmado, encuadre y enfoque, luego pensar en cómo someter el archivo a la manipulación necesaria hasta lograr una imagen que duplique la mirada imaginada, lo importante en todo caso es intentar contar historias recurriendo a los recursos que  permiten las múltiples posibilidades de la imagen.

La forma más sencilla es buscar explicación a todo, tomar posición sobre los temas, escoger el área donde te sientas más cómodo y sobre todo aprender en profundidad la técnica hasta convertirla en un reflejo condicionado para nunca jamás volver a pensar más que en cómo llenar tu visor con imágenes que cuenten el principio de una historia, dejando a los programas de “revelado” digital la tarea de completar ese discurso, de ningún modo debe estar construido en base a malabares tecnológicos, estos al igual que los software deben apoyar no ser parte del discurso, ese detalle hará de la fotografía un documento visual en vez de ese ruido de fondo que de tan común ya ignoramos.

Prof. José Ramón Briceño

27-08-2020




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