Juan Manuel Castro Prieto expone hasta mediados de noviembre ‘Cespedosa’ en la Tabacalera de Madrid. Una amplia muestra sobre un lugar que representa sus raíces, y que también le ayuda a desarrollar su imaginario visual a lo largo de varias décadas. Roberto Villalón le pregunta sobre su carrera y su visión de la fotografía actual.
Castro Prieto (Madrid, 1958) es el último Premio Nacional de Fotografía. Estudió Ciencias Económicas, trabajó en el Museo Arqueológico de Madrid como fotógrafo, hasta que un encargo junto a Manuel Díaz Burgos, positivar las placas de su admirado fotógrafo Martín Chambi, cambia su vida. Monta su estudio de positivado por el que pasan algunos de los más reconocidos fotógrafos españoles. Llega un día en el que es su trabajo como fotógrafo el que comienza a hablar por sí mismo. Y la fascinación por el país de su idolatrado Chambi en ‘Perú, viaje al sol’ da paso a otros proyectos como ‘Extraños’, ‘La seda rota’ o ‘Etiopía’.
‘Cespedosa’ es uno de sus trabajos más transversales, al que dedica décadas en su realización. Una excusa perfecta para charlar con Juan Manuel. Nos recibe en su estudio. Paredes grises, pero también rosas y blancas en un piso cerca de la Gran Vía madrileña. Él es de carácter seco pero amable. Piensa lo que dice, hace pausas, matiza. Hablar con él es como tratar con ese profesor de Física y Química que está a punto de preguntarte las valencias, sólo le falta la bata y la tiza en la mano. Pero sonríe y no le importa dar respuestas polémicas porque tiene ese toque de quien ya tiene edad para decir lo que piensa.
¿Qué suponen ‘Cespedosa’? ¿En qué se diferencia esta exposición de otras que hayas hecho anteriormente?
Posiblemente sea para mí la más importante de todas las que he hecho hasta la fecha, porque Cespedosa es un lugar muy especial, no es simplemente un pueblo. Es el epicentro de mi alma. Es donde empiezo a hacer fotografías pero también donde se desarrolla una parte muy importante de mi infancia que genera mi carácter. Y además es el sitio donde yo quiero hacer fotografías. He estado toda mi vida fotográfica yendo y viniendo a Cespedosa.
Yo no nací allí. Yo nací en Madrid, pero mis padres son de este pueblo y yo iba todos los veranos, casi todos los inviernos, y ahora voy varias veces al año. Siempre me gusta tomar fotografías de todo aquello que me trae recuerdos de mi infancia. He fotografiado constantemente, y mi fotografía ha ido evolucionando conforme yo evolucionaba como fotógrafo.
En esta exposición se ve esa evolución. Desde que yo empiezo trabajando fotografías de corte más plástico, más influenciado por otros autores, hasta que paso al blanco y negro, al formato cuadrado, luego al 20×25, polaroids… Hay unos cambios estéticos, pero también conceptuales, hasta llegar a la última parte, la parte de color. Esa es la parte en la que he evolucionado a lo que soy actualmente.
‘Cespedosa’ no es una exposición antológica, porque hay muchos trabajos que se quedan fuera. Pero sí que es una exposición retrospectiva de todo mi trabajo centrado en ese pueblo. Y esta exposición me ha permitido darle salida a todo ese trabajo. Para mí es una alegría íntima que salga a la luz todo lo que para mí ha sido lo más importante de mi fotografía.
Pues hablemos de cómo se da esa evolución. Respecto a tus orígenes siempre se destaca que eres un fotógrafo autodidacta, pero mi sensación es que cuando tú empiezas no había muchas más opciones. Y al igual que ahora la gente acude a las escuelas, tú entras en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid y allí aprendes de otros aunque no sea de forma reglada.
Lo que ocurre cuando entro en la RSFM es que empiezo a ver su biblioteca y me encuentro con algunos fotógrafos como Paco Gómez, Gabriel Cualladó, Gerardo Vielva… Y también conozco la obra de otros como Ramón Masats, y en base a lo que veo en los libros de la biblioteca que llevaba Enrique Peral, encuentro que hay otro mundo más allá de lo que yo estaba haciendo. Y me doy cuenta de que las posibilidades de la fotografía son muchísimo más amplias.
¿Qué fotos hacías antes?
Estaba haciendo lo mismo que estoy haciendo ahora, pero lo hacía de una manera intuitiva. Estaba fotografiando mis rincones de infancia, mi familia, los interiores… pero con un componente más esteticista. Autodidacta no siginifica que no hayas visto nada, significa que no has tenido un maestro. Pero sí has visto revistas. Entonces se llevaba una fotografía más amanerada, más plástica. Y yo hacía fotografías sin un objetivo. No me planteaba el hacer un proyecto para contar algo con ellas, una historia, sino simplemente hacer fotos bellas.
A raíz de entrar en la RSFM y conocer a estos fotógrafos, y sobre todo a raíz de conocer a Publio López Mondéjar, que es otra persona importantísima en toda mi trayectoria, es cuando me doy cuenta de que no vale con eso, que hay que contar cosas, que la mera plástica no tiene ningún sentido, que tiene que haber un concepto de partida y que hay que desarrollar un proyecto de una manera ambiciosa, no limitarse a tomar fotos, sino intentar contar algo con un carácter propio. Pero si eres honesto, al final tu fotografía está hablando de ti, y lo que se ve eres tú. Y si lo que se ve es otro fotógrafo, o estás demasiado influenciado o no eres honesto.
Has señalado al bibliotecario de la RSFM como alguien muy importante para ti, pero ahora tenemos acceso a un montón de información con dos simples clicks.
Antes era más complicado, pero como tuve la biblioteca de la RSFM eso me permitió acceder a los grandes clásicos. La falta de internet se compensaba con que iba todos los martes a la biblioteca y me estaba leyendo todo lo que había. Hoy día hay tanta saturación y tantos trabajos repetitivos, que se pierde un tiempo tremendo. Entonces no había tantos libros, pero los que había eran buenos. Ahora hay mil libros, pero son casi todos iguales.
De hecho yo ya no miro internet. Esto puede parecer presuntuoso, pero ya no miro lo que hacen otros al lado. Pero no por no dejarme influenciar, ni chorradas por el estilo, no. Sencillamente ya tengo muy claro qué tengo que contar y cómo lo tengo que contar. Entonces no tengo curiosidad por ver qué se está haciendo por ahí. A mí eso ya me da igual. Yo no busco, ni miro internet, porque te vuelve loco.
¿En qué momento te profesionalizas en el mundo de la fotografía?
Pon entre comillas lo de profesionalizas porque yo en realidad vivo de mi laboratorio y fotografío lo que me da la gana. El trabajo sólo ha sido personal. No se puede decir que yo sea profesional porque no hago encargo más allá de las cartas blancas. He hecho algo para alguna revista, pero siempre ha sido algo como muy especial que entroncara con lo que yo estaba haciendo. Y todo eso me ha dado una libertad. De hecho, cuando ya se me empieza a conocer comienzan a encargarme reportajes en algunas revistas, y empiezo a perder libertad. Hasta el punto de que dejo de hacerlos. Por eso no me considero un profesional, porque si fuese un profesional, sería un señorito que sólo hace lo que le da la gana. Y no quiero ofender a los profesionales que se tienen que ganar la vida cada día con su trabajo. Eso son palabras mayores.
Como fotógrafo, ¿eres capaz de definirte de alguna manera o me tienes que hacer un recorrido de los fotógrafos que has sido?
Yo le retaría a alguien a que me diga cómo me ve a mí como fotógrafo y a encardinarme. Es que a mí no me gusta que me encardinen. Se me ha tachado de reportero, de documentalista, de clásico. Y yo huyo de ese tipo de etiquetas. Cuando ellos creen que estoy en un sitio, yo me voy a otro diferente. Hice ‘Perú, viaje al sol’ y se me tachó de reportero. Falso. Es una mirada muy rápida y muy precipitada. Todo lo que haya de documento o de reportaje es incidental. En realidad es un diario muy personal y de una manera muy onírica. No se le puede llamar ni documental ni reportaje porque entonces estamos insultando a los documentalistas.
Después de eso saco ‘Extraños’, que es una fotografía simbólica, metafórica, muy intima, que no tiene nada que ver con ‘Perú, viaje al sol’. Pero como es en blanco y negro ya dicen “este hombre es un clásico del blanco y negro”.
Y entonces saco ‘Etiopía’ y lo saco en color… El que me quiera catalogar, que me catalogue. A mí me resultaría muy difícil. Es que no sé ni cómo definirme. Creo que soy un bicho raro. Lo que tengo en el fondo es una línea argumental.
¿Y en qué consiste esa línea argumental?
Esa línea es ‘Extraños’. El eje que une todo mi trabajo es ése. Si vas a la exposición de Tabacalera verás que hay un hilo que lo conduce todo, que es ese componente extraño, irreal, mágico dentro de la realidad. Un componente que en algunos casos se convierte en inquietante. Incluso la foto más inocua tiene un punto en el que no está claro lo que está pasando. No me gusta que mis fotografías se lean fácilmente. Muchas veces en mis fotos hay segundos niveles de lectura que no todo el mundo ve.
Hay quien va a la exposición y dice: memoria. Pero para otros, ¿esto es memoria o son sueños, son miedos? ¿Cómo va a ser memoria un tío en un río cubierto por un sudario, o un hombre con un cordero con una mancha de pelo en forma de corazón? Eso no es memoria. Hay una parte de la exposición que es memoria y otra que son los sueños, las inquietudes, etc. Pero incluso lo que es memoria, siempre tiene ese punto de devastación, ese punto inquietante si lo quieres ver.
Estamos hablando de que no siempre se entiende una fotografía aunque en apariencia sea una imagen sencilla. ¿Qué se puede comunicar con la fotografía? ¿Qué pretendes comunicar tú?
La fotografía, evidentemente, es comunicación. Eso está claro. Y además, es comunicación a un nivel muy muy interno. La fotografía funciona a modo de resorte, a modo de un interruptor. El fotógrafo lo que hace es que mete ese interruptor para que cuando el espectador vea esa imagen, inmediatamente esté retrotrayéndose a su propia experiencia o su propia vida. De alguna manera está contando una historia, pero el receptor también la está contando. Es como cuando lees una novela y le pones imágenes.
Lo que yo pretendo es generar sensaciones, sentimientos. Esos resortes buscan crear en el espectador unas emociones, de tal manera que pueda vivir lo que está viendo. Si se queda en un primer nivel de lectura y no se mete más allá, está viendo una parte, pero no todo. Pero en ocasiones lo hago más confuso, como en ‘Extraños’, por lo que le obligo totalmente al espectador a que se invente su propia historia. Pongo dos fotografías dialogando y no queda claro lo que está pasando. Para mí tiene un sentido, pero para el espectador no tiene que ser el mismo, porque muchas veces son claves muy ocultas. Y el espectador tiene que hacer el esfuerzo de crear sus propias claves.
Eso es un poco como un test de Rorschach. Tu muestras una imagen y el lector establece qué significa.
Claro, luego tú interpretas si está loco o no, je, je.
Por algún motivo siempre eres preguntado por cuestiones técnicas como qué cámara usas. ‘Cespedosa’ incluye diferentes cámaras y técnicas. ¿Qué valor le das a lo técnico?
Le doy el valor de lo que tú quieres plasmar, no voy más allá. Una fotografía sin concepto no es más que un ejercicio plástico, y me interesa para ponerla de adorno en una casa y ni eso. Por eso el paisaje tal cual no me interesa fotográficamente. Ojo, tampoco me vale que sólo tenga concepto. Una fotografía tiene que estar bien hecha y tener concepto. A mí el feísmo en fotografía y el arte me parece una aberración, porque deja de ser arte. Es otra cosa, un ejercicio intelectual, un desarrollo mental. Y eso no me interesa. El que lo quiera hacer que lo haga, pero a mí no me interesa.
Si yo hago fotografía, esa fotografía tiene que estar bien hecha. Respeto mucho a los fotógrafos que respetan la plástica, pero no hasta el punto de que se convierta en lo más importante. Tiene que tener los dos componentes.
Otra constante cuando se habla de ti es el hecho de que seas positivador. ¿Qué importancia le das al positivado de una imagen? Voy más allá. ¿Cuánto influye en la autoría de una foto?
Efectivamente, siempre me preguntan por la faceta de que sea positivador de los famosos. Pero para mí el positivador es una herramienta en manos del fotógrafo, y el mérito lo tiene el fotógrafo, eso que quede claro. Y cuando a mi estudio vienen los grandes fotógrafos a traer sus negativos, yo no positivo sus fotos como Juan Manuel Castro. Positivo sus fotos como ellos quieren que les positive sus fotos. Siempre se mitifican ciertas cosas y una de ellas es el trabajo de laboratorio, que no es más que técnica y habilidad. Interpretar una partitura a las órdenes de otro.
Además, utilizas laboratorio tanto químico como digital. Hay cierta idealización del químico como proceso garantista y puro frente a los retoques digitales. ¿Te marcas algún límite?
En el laboratorio siempre se ha manipulado, cuando era químico o en digital. Hoy precisamente he estado con una placa a la que en las sombras le habían dado con opaco, y en las luces también las habían tratado. Y cuando metes la mano al ampliar también alteras. Y si utilizas una iluminación de flash, estás falseando la luz real. Pero si vas por la crítica del fotoperiodismo…
No, no me refiero a eso. Tengo claro que puede haber manipulación incluso antes de llegar al laboratorio. Pero tú utilizas todas las técnicas que necesitas, y hay quienes ensalzan unas sobres otras, y quienes ensalzan lo químico sobre el resto como marca de purismo.
Pero eso son los ayatolás que arriman el ascua a su sardina. Yo uso el blanco y negro, y el color, y el digital… Yo hago lo que me da gana y el que quiera, que haga lo que le dé la gana. Ahora bien, luego será juzgado. Puede que lo que él haga a mí me moleste. He visto exposiciones tan manipuladas con Photshop que me parecía todo tan falso que no me interesaba. Y puede hacerlo. Y así estamos todos, podemos ser juzgados por todo. Por el blanco y negro, por ser clásico o por lo que sea. Y muchas veces son un quítate tú para ponerme yo. En el fondo creo que son tontadas.
Otra cosa es que me vengan y me digan que el digital es mejor que el químico. Es una aseveración muy fuerte. Técnicamente sé lo que da una y lo que da otra. Como técnico tengo claro qué da más calidad en papel. Y si alguien me dice que el digital tiene más calidad que el baritado, le diré que deje de decir tonterías, que el baritado siempre ha dado más calidad y siempre lo dará.
Pero hay fotógrafos que trabajan con el digital maravillosamente y otros con el químico. Y hay algunos que se pasan con uno o con el otro.
Antes hablábamos de cosas que han cambiado desde tus orígenes, como era el acceso a la información. ¿Qué otras cosas hemos ganado o hemos perdido desde entonces?
Creo que se han perdido varias cosas. Una, que se reflexiona menos. Hablo en general. Pero el digital ha traído una pérdida de reflexión, porque se tira tanto y es tan barato que se dispara sin pensar. Pero no todos, que algunos hacen lo que tienen que hacer. Cuando al disparar, sabes que cada vez que hagas click te va a costar un dinero, tiendes a pensártelo. Y eso ayuda a que tu fotografía sea más limpia, porque piensas.
Otro problema es el exceso de información. Todo el mundo conoce lo que hace todo el mundo. Y eso genera una serie de líneas, tendencias, formas de trabajar que se repiten aquí, en Francia, en Perú… Cuando un fotógrafo admira la obra de gente como Anders Petersen, Ackerman, Antoine D’Agata, Moriyama, tienden a hacer la fotografía igual: oscuro, la noche, el ser humano atormentado, etc. Cuando le gustan los fotógafos alemanes tipo Thomas Struth, Candida Hoffer… te conduce a un tipo de fotografía fría, cerebral, a distancia, y los ves por todas partes. Luego están los Gregory Crewdson que escenifican… Bueno, me imagino que eso tendrá que ser así, pero produce cansancio ver las mismas líneas temáticas repetidas una y otra vez.
De hecho te iba a preguntar sobre eso. Yo ya paso de los cuarenta, y cuando escucho música tengo la sensación de que todo lo he escuchado antes. ¿Te pasa lo mismo con la fotografía o aún hay líneas nuevas?
Todos los años aparece un fotógrafo con una línea nueva. Siempre surgen fotógrafos con personalidad, pero igual que antes. Hay muy poquitos, muy poquitos que marquen tendencia. Y ahora hay una inmensa masa que sigue esas modas. Es una cuestión más de cantidad que de calidad. Los grandes fotógrafos siguen apareciendo, y aunque pase pocas veces.
Aunque ya no estoy al tanto, de vez en cuando veo trabajos que no me recuerdan a nada ni a nadie. Gente que cuenta las cosas a su manera, y esos son los más valiosos.
Es imposible hacerte una entrevista y no hablar de Martín Chambi. ¿Hasta qué punto marcó tu trayectoria?
Martín Chambi es un punto de inflexión en mi vida. No en mi trabajo, en mi vida.
¿Por qué?
Chambi antes del año 90 era mi fotógrafo más admirado, el que yo ponía como ejemplo de lo que debería ser un fotógrafo. Una persona que, habiendo nacido en una aldea en Perú, allí a tomar por saco, llega a ser uno de los grandes de la historia de la fotografía.
Cuando descubrí sus fotos por primera vez en el año 82 me quedé fascinado porque eran fotografías que emitían luz. Unos retratos, unas fotos de grupos extraordinarios. Y en el año 90 me ofrecen la posibilidad de hacer las ampliaciones para la exposición sobre él y, además, en Perú, que era el país de mis sueños. Era mi fotógrafo más admirado, pero no mi maestro. En mi primera época tenía más influencia de Ramón Masats o Paco Gómez que de Chambi Se trata más de admiración. De hecho yo he sido incapaz de hacer ese tratamiento que él hacía de los retratos de grupo.
A raíz de ese viaje monto el laboratorio. Paso de trabajar en el Ministerio, en el Museo Arqueológico Nacional, y comienzo a viajar a Perú. Y esos viajes me cambian como persona. Y hago el trabajo ‘Perú, viaje al sol’ que supone que pase a ser también conocido como fotógrafo. Este laboratorio no hubiese sido posible sin el trabajo de Martín Chambi. De hecho hay una parte del laboratorio que es un homenaje, con imágenes suyas a la que llamo ‘Capilla Martín Chambi’, que para mí sigue siendo el gran fotógrafo.
Cuentas que estuviste años sin mostrar las fotos. ¿Puede que la falta de reposo sea otra de las cosas que hemos perdido con los nuevos tiempos? Parece que si no has triunfado antes de los 25 o los 30 ya no tienes nada que hacer en este mundo.
Es que a lo mejor tienen razón, a lo mejor ya no tienes nada que hacer en este mundillo. Es que ahora es el deprisa, deprisa. A mí me gusta reposar los trabajos para ver si voy por el buen camino o por el malo. Si se me abren nuevas vías, ver si son factibles. Abro unas, cierro otras y el trabajo va avanzando según lo vas haciendo.
A mí estos trabajos en los que está todo definido desde el punto de partida, me parecen aburridísimos y necesito tiempo para desarrollarlos. Por eso también tengo varios abiertos, porque no podría estar tanto tiempo dedicado a una sola cosa. Y se trata de conseguir una cosa que tenga validez dentro de diez, quince o veinte años. Cada uno que trabaje como quiera, pero a mí me gusta tener tiempo.
Y tienes razón en una cosa, los jóvenes se ven tan presionados porque hay tanta tanta competencia que tienen mucha prisa por triunfar, porque como no triunfen pronto, van a venir otros ochocientos mil jóvenes que los van a arrollar. Pero también está el problema de pensar que todos podemos llegar a ser un grande de la fotografía. Hay quien lo consigue y quien no. No te puedes amargar por ello. Hay que disfrutar con el trabajo, y si vales te lo van a decir los otros.
Ves a jóvenes que con un trabajo de un año o dos ya quieren tener un libro. Yo tardé 21 años en tener mi primer libro. Comencé en el 77 y mi primer libro, uno chiquitín, en el 98. Pero hay que ser realista. Si quieres ser el Robert Frank de la fotografía española te vas a amargar. Hay que ser realista con las metas. Yo nunca he aspirado a eso. Y luego me ha llegado mucho más de lo que hubiera soñado. Yo tengo mi parte de ego, obviamente. Pero de ahí a pensar que iba a pasar a la historia de la fotografía mundial… Si pensara eso, me deprimiría cuando viera que no llego. Hay que se humilde y disfrutar.
El Premio Nacional de Fotografía, ¿para que te sirvió?
Para una cosa fundamental. Para sacar el trabajo de ‘Cespodosa’ a delante, pero de cara mi trabajo personal, sigo haciendo exactamente lo mismo que tenía pensado hacer. Lo que sí varía es la percepción que los demás tienen de ti. Eso sí. La gente te trata con otro respeto. Pero yo sigo teniendo los mismo proyectos, amigos y vida.
Si tuvieras que elegir una de tus fotos para que quedara en una cápsula del tiempo, ¿cuál elegirías?
Es que para mí, una fotografía única no tiene mucho valor. Es como un verso suelto. Entiendo la fotografía como series, como historias. Y para resumirme no bastaría ‘Cespedosa’ porque me veo también en ‘Extraños’ y ‘Perú, viaje al sol’. Uno es mi vida, el otro lo que me inquieta y el otro mis viajes y mis fantasías.
PD:
si te gustó el post, por favor haz click sobre las publicidades , así colaboras
en el mantenimiento, muchas gracias.