Recientemente
se me presentó la oportunidad de dar clases de fotografía, de una manera más
firme y sin los protocolos que implica trabajar para escuelas de terceros, casi
como fundar una escuela propia pero donde tu sueldo es fijo y los gastos
operativos corren por cuenta de otro, por supuesto he decidido abrir varios
niveles de aprendizaje, donde solo el primer nivel es para hablar
distendidamente de técnicas y los demás (dos nada más) son para dedicarlos al
asunto de la conceptualización, que por cierto es lo que más me preocupa de la
formación de los fotógrafos noveles.
En
estos tiempos ya la fotografía ha dejado de ser un espacio para iniciados y gurúes
de las “ciencias inexactas” para abrirse a todo tipo de público, gracias a las
cámaras digitales que cada día cuestan menos dinero (excepto Venezuela) y tienen
más funciones, el asunto de hacer fotos es algo más de las masas que hace diez
años por ejemplo, sin embargo eso ha traído como problemas que mucha gente deje
de lado eso que significa ser artista o cuando menos pretenderlo.
A
diario veo cientos de fotos malas en las redes, también miro con cierto estupor
como hay concursos de fotografía cuyos participantes envían cosas francamente
malas aunque técnicamente bien ejecutadas, son cascarones vacíos sin discurso
alguno. En esta oportunidad he tenido que revisar el trabajo de varios alumnos
nuevos que pretenden entrar a estudiar el segundo nivel, miro fotos
excelentemente expuestas, en algunos casos con benos encuadres y perspectivas
interesantes, con un muy buen manejo del color pero todo se cae cuando se
analiza la imagen, resulta que son unas más del inmenso montón de nada muy
bonita que anda por ahí rodando, algunos de esos aspirantes se han levantado de
la mesa luego de la discusión de sus fotos y se han ido para no volver, otros
se molestan pero se quedan en sus sillas y vuelven a la semana siguiente para
comenzar el periplo educativo, los menos se han puesto a discutir porque su
profesor anterior le dio elogios profundos a sus fotos y que yo era un grosero
por desautorizar la muy importante opinión de otro docente, a esos no espero
que se retiren, se los solicito de manera muy cortes y hasta me ofrezco a dar
el reembolso de lo que le pagó al instituto por sus clases.
En
fin, sigo con la campaña por la necesidad de crear alumnos más reflexivos en
torno al asunto fotográfico, que generen un discurso realmente denso en su
trabajo autoral, para los otros espacios del oficio hay mucha gente dictando
talleres, cursos y hasta diplomados pues no todas las formas de ganarse la vida
con la cámara responden a ningún tipo de pensamiento profundo, sin embargo
tampoco sobra quien le de algunas vueltas diferentes a las muy trilladas fotos
de eventos sociales, publicidad,
alimentos, arquitectura, prensa o farándula, esas responden a otros parámetros menos
exigentes pero como demuestran los maestros si le metes concepto funcionan
mejor.
Creo
que eso es hacer un llamado a todos los amigos que dictan clases de fotografía,
aunque la técnica jamás sobra, aprender las nuevas maneras de hacer fotografías
siempre es bueno, también es interesante formar gente que se vea “obligada” a
pensar de manera conceptual, de esos que permean su sentir u opinión personal
en cada imagen que muestran, esos que terminan por ser llamados artistas y que
en algún momento de su carrera terminan pensando más en la imagen que en el
equipo para lograrla o los recursos que los puristas tecnosóficos gritan a los
cuatro vientos.
Prof.
José Ramón Briceño, 2014
@plurifotos