Mirarse al espejo usualmente es
un acto plagado de mentiras basadas en la imagen que tenemos de nosotros
mismos, por el contrario, la fotografía es el mejor reflejo que podemos obtener
de nosotros, la cámara no tiene cerebro ni malicia para engañar a nadie, si
pensamos en el Photoshop esos son arreglos posteriores que cada profesional
hace para congraciarse con el cliente, aunque muchas veces puede ser usado para
acercar la realidad precisamente a lo que su cerebro le ordena ver, la mayoría
de quienes terminamos de artistas está más basado en la intención de modificar
el mundo a nuestro gusto, trasmitir una idea de nuestro universo interno para
compartirlo con esos otros que no tienen la habilidad (o el interés) de
intervenir la árida realidad , como decía el poeta “Cosas veredes Sancho”.
Tengo que ser sincero, no me
gusta hacer retratos , eso implica acercarme a la gente y por lo general la
gente no me agrada mucho que digamos, sobre todo por el envaramiento natural
que asumen cuando están frente a la cámara, en los casos donde no he tenido más
opción (toca ganarse la vida) siempre prefiero tomar un café antes y dejar el
apuro para otras cosas más importantes , hacer bien un retrato en realidad
tiene más que ver con la química entre fotógrafo y sujeto que a los malabares
técnicos , al menos en el caso de quienes no son profesionales, trabajar con
una (un) modelo profesional es a cosa más divertida del mundo, ellos se
encargan de hacer su trabajo y uno el suyo logrando una sinestesia que se ve en
el material resultante, en cambio con los aficionados el trabajo es otro más
complejo, no solo tienes que dirigir la sesión, también has de estar en control
con lo que dices o haces y si por casualidad se desagradan unos y otros el
resultado es totalmente desastroso.
Conozco a una señora de lo más
bella que se empeñaba en sentirse mal consigo misma porque (erróneamente) no
creía ser lo suficientemente bella además pensaba que le metía solo por obtener
sus favores, luego de una discusión bastante álgida sobre lo poco que me
gustaban sus fotos en redes sociales, ella por supuesto ofendida porque pensaba
que se veía fea cuando en realidad lo que sucedía era que los fotógrafos no le
agradaban, en todas las fotos parecía que algo le molestaba y en realidad había
mucho lo que le molestaba dese un principio, obviamente quien no le gusta ser
admirado (por la razón que fuere) nunca tendrá ni tan siquiera una sonrisa
sincera, eso se nota, es como si cada vez que te hicieran una fotografía te
obligasen a comer alguna cosa terrible que todos disfrutan menos tú. Tres
horas, quince gritos y un par de mentadas de madre más tarde puse manos a la
obra y monté una breve sesión de fotografía, no tan organizada (sin locación,
maquillaje profesional ni vestuario seleccionado, trabajamos con lo que
teníamos a mano) como debería pero en todo caso la ausencia de producción ayudó
totalmente a lograr del trabajo, luego la obligué a acompañarme en el proceso
de postproducción para que viese que no uso filtros ni más intervención que la
de mover algunos valores para dar preponderancia a los colore del entorno, un
retoque mínimo a las imperfecciones producto del clima, es de mostrar gente
sudada en una foto bien vale en un los deportes pero en un retrato es casi
ofensivo.
Dos horas después de la discusión
y al calor de un café tinto la señora no podía creer cuan bella se ve en los
retratos por primera vez en años salía sonreída con ganas en una foto, sus ojos
brillaban y toda su belleza salió a flote sin más esfuerzo que hacer una buena
química con el fotógrafo , sin presión ni producción, solo dejarnos llevar, por
supuesto hubo que hacer algo de dirección pero sin apuro ni poses forzadas, el
tiempo que tuviese que dedicarle se le dedica y de ese simple trabajo salió una
mujer diferente que por primera vez se dio cuenta que en realidad es bella, que
no se necesitan grandes cosas para serlo y por costumbre del oficio sé que para
ser bonito hay primero que creérselo, además sentirse cómodo frente a la cámara
es determinante para que la foto funcione. Ahora cada vez que discuto con la
misma señora le muestro las fotos y se acaba la pelea.
No soy psicólogo, psiquiatra ni
nada que se lo parezca, lo más cercano a eso son unos lejanos recuerdos de
algunas materias que vi en la universidad pero el oficio prima sobre la teoría ,
ser o no fotogénico no tiene absolutamente nada que ver con el físico ,
realmente tiene que ver con cómo se siente la modelo ante el extraño que la
apunta con un aparato gigante , que en mejor de los casos solo sostiene un
trípode pero que bien pueden haber un par de asistentes más unas cuantas luces
apuntándola, eso atemoriza al más pintado, ahora si junto a la parafernalia los
profesionales se dedicasen a conversar con la modelo haciendo que se sienta
cómoda consigo se obra el milagro, menos Photoshop y más confianza debería ser
el mantra de los fotógrafos.
De hecho hay estudios
psicológicos que aseguran que la fotografía sirve como herramienta terapéutica,
verse sin los filtros del cerebro ni los otros (exagerados) de las cámaras
móviles el asunto es sentirse cómodo y al final es el mejor espejo, verse y
mirar-se son coas que solo comprendemos cuando entendemos que verse bien o mal
es solo cuestión de actitud.
Profesor José Ramón Briceño
24/10/2021