Uno de los asuntos más interesantes de la literatura es que puede asumir las voces de cualquier parte del mundo sin que entre en conflicto nadie por ello, siendo un ejercicio complicado el de hilvanar palabras de modo tal que pueda ser entendido por la mayor cantidad de hablantes del idioma sin fracturar las normas de la ortografía ni hacer panfletos, quizás por eso la literatura venezolana puede ser identificada sin mayor problema y lo mejor, sin desmedro a su contenido, algo que aplaudo cada vez que me tropiezo alguna novela insigne escrita por un compatriota.
Con la fotografía pasa algo distinto, aunque aleguen todos que el oficio es ejercido por venezolanos, es complicado diferenciar una foto hecha por un compatriota en su propia tierra a la de cualquier foráneo que se proponga a hacer algún trabajo fotográfico de cualquier evento, región, celebración o fiesta , ambas partes de la ecuación sufren del mismo mal, la falta de conocimiento profundo del tema abordado, eso no quiere decir que el fotógrafo pueda no haber estudiado el fenómeno desde todas las bibliografías posibles, investigado en cuanta tesis antropológica, sociológica , psicológica, historiográfica o arquitectónica que se le presente, es que el conocimiento vivencial profundo faltará siempre, nunca será lo mismo investigar a profundidad las festividades de San Juan Bautista en la costa aragüeña y hacer un par de visitas cada año durante cinco años a vivir en Ocumare de la Costa desde el nacimiento y tener acceso a todo el proceso que se da desde la mañana misma del 24 de Junio hasta la misma fecha el año entrante, tras de la parranda hay toda una liturgia y un modo de pensamiento mágico que queda por fuera, además, en cada una de las zonas de la costa aragüeña el proceso es notoriamente distinto, así que un visitante foráneo podrá hacer imágenes espectaculares pero como todo, terminan siendo postales .
Asunto distinto que sucede con las fotos de las ciudades, todos los habitantes de las urbes conocen como funcionan, saben dónde hay problemas, la mejor hora para la foto, sus particularidades y hasta el modo en que se relacionan sus habitantes, toda esta suma de conocimientos, dada por la costumbre de caminar por esas calles y el roce diario con su realidad es lo que genera imágenes con profundidad, en estos tiempos podría hablarse que la fotografía venezolana es un producto únicamente urbano, aunque poco estudiado precisamente por ser un fenómeno cotidiano. Esta particularidad parece escapar a los interesados en el desarrollo cultural, que por alguna razón hacen hincapié en un término tan incómodo como particularmente necio de la “descolonización” como una estrategia para lograr el fin de tener una “fotografía venezolana” sin ver que esa fórmula sigue generando una fotografía venezolanista, plena de lugares comunes, paisajes hermosos pero sosos, seguimos con los mismos temas, diablos, santeros, tambores, joroperos, paisajes marinos , llaneros o de montaña, no importa, son solo postales hermosas que adornan paredes pero no aportan nada al conocimiento de la diversidad, eso sucede porque por muy interesados que estemos todos en nuestro país, no tenemos una conexión real con las diferentes expresiones de la venezolanidad.
Antes de entrar a hacer la crítica formal, debemos erradicar la necia premisa de que Venezuela es una sola, aunque la unidad territorial esté plasmada en un mapa, tenemos gran diversidad de gentilicios, usos y costumbres que diferencian a cada ciudad, pueblo o región del país, tanto en eso que llamamos ciudadanía como en gastronomía, religión y hasta interacción social, asuntos tan normales para un central como lo es la administración del tiempo poco importan a un ciudadano margariteño, el territorio andino no tiene nada que ver con la costa aragüeña o la selva del estado bolívar , cada región tiene particularidades que solo sus habitantes conocen en profundidad, mientras esas particularidades no sean asumidas con orgullo no hay chance para una fotografía venezolana, por tanto hablar de descolonización es un absurdo, al menos desde la óptica de quienes asumen la visión política por encima de la lógica del artista.
Alguna vez hice méritos como fotógrafo documental haciendo registro de las fiestas de San Juan o los Diablos Danzantes en Aragua, muchos viajes hasta las playas para ver y fotografiar esos festejos, asunto que ahora no puedo hacer por las ausencias económicas , pero en todo caso y luego de mucho reflexionar me he dado cuenta que mi propia historia familiar me llevó hasta allí , desde niño tuve una conexión con la costa y sus milagros porque desde que tuve uso de razón fui marinero en la embarcación paterna , un peñero donde pasé la mayor parte de mi infancia, conocí el oficio de pescador desde muy pequeño y de alguna manera fui imbuido por el espíritu de la zona, veintitrés años más tarde gané un par de premios con fotografías tomadas en aquellos territorios, todo por el conocimiento que tenía del espacio y de su gentilicio, llegando incluso a tener un fugaz momento de gloria en la Bienal Nacional de Fotografía del año 2006 con una imagen tomada precisamente en una fiesta de San Juan, no porque fuese un genio de la fotografía en plan de renovar la visión nacional, solo era un fotógrafo que conocía el espacio por ser (casi) un local en aquel festejo donde todos los fotógrafos éramos turistas.
¿Cómo lograr una fotografía venezolana y no venezolanista?
No es fácil, simple ni rápida la solución, si queremos que en Venezuela comiencen a darse los frutos no deberíamos hablar de descolonización, sobre todo en tiempos de redes sociales donde la estética visual está gobernada por las redes sociales y el internet, con el bombardeo constante de estéticas que muchas veces no corresponden a nuestra cotidianidad caribe, si a eso le sumamos que mi generación aprendió el oficio de los grandes de la época que a su vez estudiaron fuera , en mi caso particular y a pesar de haber sido estudiante pobre de una escuela pública (Escuela de Artes Visuales Rafael Monasterios de Maracay) mi profesor de fotografía era un egresado de la Universidad de Nueva York y así todas las generaciones anteriores hicieron sus estudios bien en el extranjero o basados en otros textos (oh sorpresa) también hechos en el extranjeros por muy sesudos antropólogos, sociólogos, licenciados (o PhD.) formados fuera del país, solo a partir de los años noventa comenzamos a ver docentes formados íntegramente en Venezuela, actualmente es así pero con alumnos intoxicados por toda la estética de las redes, un asunto complicado por donde lo veamos.
En todo caso la solución no es solo hacer difusión de la fotografía nacional en galerías y museos tanto físicos como virtuales, también en comenzar a impulsar iniciativas locales, por ejemplo, en mi estado natal solo hay escuelas de fotografía en la capital, desatendiendo zonas como la costa y el sur, tan ricas en tradiciones y con una visión de mundo totalmente distinta a la de Maracay, aun siendo tan aragüeñas como ella misma, si los mismos habitantes de sus zonas comienzan a ver su mundo a través del lente, sumando no solo el arraigo si no también su molestia, amor, desamor , hastío, reverencia, necesidad de registro y pertenencia histórica, seguiremos persiguiendo el sueño de la fotografía nacional como un perro que se persigue la cola, todo muy bonito en discursos rimbombantes para disfrazar la muy culta ignorancia ministerial que además comparten los impulsores de ideas descabelladas con fórmulas simplistas que creen que por publicar el ritual de Maria Lionza ya se han ganado un pase al cielo de la descolonización pero siguen con el tema de la generación de postales.
Hasta que los fotógrafos no comiencen a generar reflexiones visuales basadas en el conocimiento profundo y vivencial de su entorno, la fotografía venezolana no dejará su carácter tutelar, intentar “descolonizar” sin permitir que los conceptos globalizados pasen por el tamiz del ideario local, reconociendo en primer lugar la diversidad de pensamiento, credo y costumbres de cada región del país, olvidando la necedad de pensar que lo único venezolano está basado en el dicterio ministerial, no habrá chance, pero para eso hace falta presupuesto, interés y trabajo por décadas , hasta donde sé, nadie reúne esas condiciones.
Profesor José Ramón Briceño Diwan
23/05/2023