Uno
de los oficios con más aristas de investigación es el de la fotografía, además
de democrático pues te puedes ganar la vida de múltiples maneras sin que
ninguna desmerezca a la otra, desde esos que se ganan el pan cazando clientes a
las puertas de las iglesias en los días de comunión , los de las plazas de
pueblo con sus caballitos y decorados para los niños, los reporteros gráficos ,
los científicos que la utilizan para registrar sus especímenes, los forenses,
los antropólogos y sus émulos que hacen trabajo documental, los que hacen
trabajo publicitario, los ahora llamados fotógrafos fashion, los especialistas
en bodas que también tienen sus escalas dependiendo del público que les pague
por su trabajo, esos otros que van de puerta en puerta haciendo retratos de los
niños de las casas pobres hasta los
artistas que viven la vida buscando el
reconocimiento a su obra que por consiguiente les permita también ganarse el
pan al venderla. Todos y cada uno (incluyendo alguna categoría que se me
escapa) tienen como misión primordial para salir del lugar común, hacer de lo
ordinario algo extraordinario.
Como
todas las cosas lo extraordinario para algunos es lo ordinario para otros, así
como un ciudadano de a pie se queda de piedra al ver una escultural mujer con
muy poca ropa en una pose muy sugestiva como algo fuera de toda posibilidad de
realidad, el fotografió que hizo la imagen para la muy prestigiosa revista ya
debe ser algo muy común tratar con mujeres hermosas, tanto así que las escoge
casi con indulgencia y con un criterio que hace que quien no viva de eso se
sentiría honrado solamente con poder hablar con las rechazadas del casting por
no hablar de otros deseos confesables pero poco elegantes, así en todos los
casos.
En
Venezuela hay una explosión de escuelas de fotografía, hay muchos desafiando la
delincuencia y haciendo malabares para
adquirir una réflex así sea usada y de baja gama pues la crisis en realidad no
da para mucho, lo que me preocupa en este caso es que sigo mirando desde los
sitios web y de redes sociales fotos si bien muy bonitas no tienen nada que
contar. Puedo entender que quizás los profesores de la mayoría de esos centros de
formación están centrados en preparar técnicos que una vez superados los cursos
básicos ya puedan salir a la calle a buscarse la vida quien por cierto decidirá
en gran medida el alcance de su oficio y el sector al que se dedicaran por el
resto de su vida profesional.
Creo
que la única falla de la mayoría de los centros educativos de fotografía está
en no hacer hincapié en la debida reflexión en torno al hecho fotográfico como
reflejo del pensamiento del fotógrafo. Siempre he pensado que para que una
imagen se gane el título de parecer “arte” no solo debe contener todas las
condiciones técnicas indispensables, también su composición , el uso de la luz
y hasta la profundidad de los tonos ha de contarnos sobre su creador , decirnos
mucho de su mundo interior y quizás hasta de su angustia existencial.
Ese
punto sé que hay algunos maestros nacionales haciendo talleres y cursos
buscando la manera de sembrar el germen del conflicto que tanto necesita el
arte para poder transitar el camino de la reflexión, así quizás cumplir con una
de las labores que es la de dejar constancia de lo que el país siente (que
también es un reflejo de sí mismo) , no creo que el país esté para paisajitos
lindos, viejitas pintorescas, niños mendigos (de esos hay muchos hoy día)
iglesias, diablos danzantes, san juanes bautistas o cualquier otra
manifestación tradicional o temática ya abordada hasta el hartazgo durante los
años ochenta y noventa del siglo pasado. Estamos en una situación coyuntural
donde los artistas (o los aspirantes a serlo) deben comenzar a buscar otras
formas de mostrar esta realidad que nos agobia más para dejar huella de su paso
por estos tiempos que por otra cosa.
Ser
artista es tener la rebeldía a flor de piel, otra cosa es simplemente rendirse
ante la facilidad del lugar común , de ser uno más del montón de gente conforme
que hace lo que sabe se verá con más agrado sin pensar mucho en el esfuerzo
mental que requerirá hablar del país sin necesariamente hoyar el camino de los
reporteros gráficos y para eso hace falta mucha literatura, poesía, buen cine y
algunas lecturas sobre el uso de los símbolos, así como una reflexión profunda
sobre quiénes somos, adonde estamos, donde vamos y a dónde queremos ir como
individuos que formamos parte de una nación convulsionada donde lo más común es
ahora algo extraordinario, no porque sea maravillosos, lo que una vez estuvo al
alcance con un poco de esfuerzo , ahora es algo casi inalcanzable.
Creo
que todos deberíamos ir trabajando un poco sobre ese tema, está ahí en las
calles, no hay mucho que buscar, todos conocemos las historias de horror, todos
vemos a diario desde las redes sociales lo que los medios callan, todos
conocemos a alguien que muere a bala, puñal o por falta de medicinas, todos nos
hemos tropezado alguna vez con un muerto en la calle, también conocemos la
diferencia entre el sonido de un petardo y el de una bala, entonces aunque
también hay espacio en nuestras pupilas para retratar lo bonito, creo que
nuestro cerebro también debería tener la suficiente capacidad para construir un
discurso que nos ayude a gritar la inconformidad , si no el gran cumulo de
nuevos fotógrafos junto a sus escuelas corren el riesgo de ser unos muy grandes
productores de postales lindas que de tan comunes a nadie interesan, para
seguir marginados dentro del espectro fotográfico mundial con la liviandad
mental que denuncian esas imágenes comunes y silvestres que no requieren una
segunda mirada ya que en vez de hacer extraordinario lo ordinario, vuelven
cotidiano lo extraordinario de tan machacado que lo tienen.
Prof.
José Ramón Briceño, 2016
@plurifotos
Titulo : 911 Venezuela 2016, autor José Ramón Briceño |