Cuando era profesor preguntaba a mis alumnos cual era la razón por
la que hacían fotografías, no eran pocos los que alegaban buscar un medio de
expresión, las primeras veces que hice esa pregunta esperaba una respuesta
contundente, al poco tiempo desistí de tener expectativa ante la contesta y
terminé por volverla parte del ritual del primer día de clases, algo así como
las fórmulas de cortesía que uno utiliza con ciertos compañeros de trabajo
cuando no hay más opción que ser amable, uno sabe que le interesa muy poco la
respuesta sin embargo, con una sonrisa lo más sincera posible hasta contesta
con una muestra de interés que de tanto fingir ya parece sincera, eso sucede
sobre todo en el caso de los alumnos de universidad, son tantos que no creo que
ningún profesor los recuerde a todos, por tanto alegar interés genuino tampoco
es muy sincero que digamos.
Por suertes de la vida jamás he
podido dar una clase de literatura, la esclavitud de la hoja de vida siempre
determina que los contratantes serios se decanten por el área de más
conocimiento, al menos según los respaldos que guardo en un maletín bajo mi
cama, estoy casi seguro que entre aspirantes a escritores la respuesta ante esa
duda sobre las razones por las cuales buscan saber un poco más sobre el oficio
sería no solo más sincera, también llevaría el tema de conversa por relatos más
interesantes que los expresados por los fotógrafos bisoños, quizás lo peor sea
saber que muchas veces los más experimentados sufren del mismo mal. La razón es
simple, en la mayoría de los casos son seres visuales que asumen la imagen como
un prodigio única y exclusivamente debido al manejo de la luz, los recursos
técnicos y hasta los rituales de procesamiento en su computador, como además
muchos son alérgicos a la lectura aparentemente les cuesta asumir que la verdadera imagen no la fabrica
la cámara, es un reflejo absoluto de los procesos de pensamiento de su autor,
no tener eso claro es como imaginar que un poseedor de una computadora cuántica
pueda ser mejor escritor por tener la mejor pc.
Una vez comprobado que el oficio
del fotógrafo (al igual que el de escritor) es una suerte de ejercicio que
termina por ser la manera menos impúdica de andar desnudo en público, la manera
de percibir el oficio cambiaria totalmente, la fotografía hoy parece ser un
asunto de tecnósofos consumados que asumen el hecho fotográfico como un
malabarismo técnico que les permite utilizar lenguaje de iniciados para
impresionar incautos, sin tener en
cuenta que hasta la ausencia de profundidad en el discurso visual es el reflejo
fiel de lo que sus deseos, dudas, esperanzas o búsqueda intelectual se cruce
por su cerebro al momento de mostrar la imagen, he ahí la razón básica de que
nunca queden en ningún salón (competencia artística) importante y si revisan
sus currículos solo exponen invitados por amigos o patrocinados por ellos
mismos. El asunto reviste alguna complejidad cuando abordamos el tema
discursivo desde la teoría pues esta es extensa y tiene una tendencia bastante
marcada a complicarse a través de los enrevesados caminos de la explicación de
fenómenos tan complejos como el pensamiento, sobre todo cuando estos nacen de
un reflejo condicionado por la experiencia, algo así como explicar el amor
desde la óptica filosófico científica de
algunos autores.
Filtrar el pensamiento en el
trabajo es cuestión de dejarse llevar, comenzar a proponer posturas personales
ante los objetos (sujetos, paisajes o cualquier otro motivo) fotográfico, por
ejemplo, si el fotógrafo es de esas personas que se sienten incomodas entre
desconocidos, tanto más si los eventos son tan emotivos como los matrimonios,
difícilmente podrá destacar entre los otros fotógrafos que disfrutan del evento
tal como si fuesen participantes y no los empleados de registrar el acto. Mi
primer trabajo como fotógrafo fue el de ser asistente de iluminación de un
fotógrafo quien tenía tal gusto por los eventos que hasta lagrimas soltaba de
vez en cuando llegando incluso a ser víctima de mis burlas reiteradas ante tal
actitud ya que jamás he podido emocionarme, de hecho en las fiestas de bodas lo
que me interesaba era precisamente eso que no se vende, los borrachos felices,
los enamorados de una noche, las expresiones desgarradoramente evidentes de
novias incómodas y todo eso que formando parte de la naturaleza de cualquier
evento usualmente no se retrata por ser ajeno totalmente a los recuerdos que
quieren guardar, muchos años más tarde, una noche de pensamientos
introspectivos encendí mi pc para revisar los archivos de bodas pues a pesar de
todo trabajo es trabajo y toca ganarse la vida, luego de una revisión
descarnada e implacable terminé estando ante unas imágenes bonitas, bien
encuadradas, en el color justo, las escenas precisas pero tan frías, distantes,
con la misma emoción de una cámara de vigilancia que decidí nunca más
fotografiar bodas pues no siendo malas tampoco están a la altura de lo que
busco, sentí que estafaba gente.
Sin embargo los fotógrafos que
disfrutan de los rituales, esos que supuran romanticismo serán exitosos siempre
pues estarán en sintonía con las novias que al final es lo más determinante, lo
mismo aplica para otras muchas variantes de la fotografía donde esa impronta de
la imaginación otorga pequeñas diferencias que terminan siendo la marca
distintiva del éxito en su oficio. En otras áreas más complicadas, como la
artística, la libertad es total, no se responde a más canon que la habilidad
técnica para resolver los problemas que supone la construcción de la imagen, de
hecho la mayoría de los maestros que conozco basan su técnica obviando el
asunto tecnosófico pues no están interesados en hacer malabares, simplemente se
contentan con que su visión esté fielmente retratada y listo, tanto así que
jamás he escuchado a ninguno hablando de Raw, filtros digitales, plugins de
Photoshop, la maravilla de Ligthroom ni nada por el estilo, la cosa es la
imagen que lo demás son florituras que sobran, esto permite concentrarse en la
visión, dejar que la emoción fluya en esa combinación de obturación ,
diafragmado, encuadre y enfoque, luego pensar en cómo someter el archivo a la
manipulación necesaria hasta lograr una imagen que duplique la mirada
imaginada, lo importante en todo caso es intentar contar historias recurriendo
a los recursos que permiten las
múltiples posibilidades de la imagen.
La forma más sencilla es buscar
explicación a todo, tomar posición sobre los temas, escoger el área donde te
sientas más cómodo y sobre todo aprender en profundidad la técnica hasta
convertirla en un reflejo condicionado para nunca jamás volver a pensar más que
en cómo llenar tu visor con imágenes que cuenten el principio de una historia,
dejando a los programas de “revelado” digital la tarea de completar ese
discurso, de ningún modo debe estar construido en base a malabares
tecnológicos, estos al igual que los software deben apoyar no ser parte del
discurso, ese detalle hará de la fotografía un documento visual en vez de ese ruido
de fondo que de tan común ya ignoramos.
Prof. José Ramón Briceño
27-08-2020
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