lunes, 29 de julio de 2019

El instante decisivo



Hace un tiempo vi una noticia en muchos sitios de internet donde daba fe de como un fulano, luego de no sé cuántas miles de fotos y siete años logró hacer una “foto perfecta”, creo haber visto la imagen, ciertamente muy bien ejecutada, limpiamente editada , con cada color en su sitio pero tenía una belleza tan estrafalariamente muda  que la olvidé en seguida, la única razón por la que la recuerdo es que me pareció absurdo el dato de las millones de imágenes y los siete años para lograrla, el tiempo que gastes en hacer algo no aporta mérito alguno a ninguna propuesta , a fuerza de técnica , tiempo y recursos cualquier picapedrero se hace escultor en siete años, un artista no tiene límites ni le interesa el tiempo en lograr terminar su obra, así como un escritor deja que el lector haga juicios, el pintor simplemente trabaja hasta lograr su cuadro que igual pasen tres años como dos horas igual es arte , así los ejemplos sobran, así que el falso mérito del tiempo dedicado y los intentos fracasados no te hacen artista automáticamente a menos claro que este sea una justificación para darle un marco honorable a su nulidad estéticamente correcta.

Esta indulgencia socialmente correcta está matando poco a poco el intelecto haciendo la sociedad algo tan superficial que produce fobia, ahora resulta que pensar es un ejercicio de gente triste pues la correcta y feliz dice que todo es bello para no pisar callos a nadie , la buena fe del engaño por corrección con la que blogueros, periodistas ligeros (la mayoría) y lectores que hacen millonario a YouTube a fuerza de audiolibros , videos y televisión por cable , instagram y demás redes sociales donde las empresas por evitar malos ratos no colocan forma de expresar la molestia con un emoticón y los usuarios no critican para evitar lesionar el autoestima de quien exhibe sin pudor su trabajo soso o malo, los que se atreven usualmente salen lesionados a fuerza de insultos de los defensores cuyos comentarios mal hablan de su identificación solidaria para con la mediocridad , algo así como que la exigencia parece ir de retirada.

Cuando se hace un trabajo por costumbre del cuerpo, ese casi ocioso que se esmera en la postal hermosamente sosa, que no quiere comunicar nada si no enseñar a todos un excelente ejercicio onanista con la cámara y que vuelve la fotografía una canción de diseño, el boom del verano que verán una vez pero que nadie recordará nunca más. La clave para una buena foto es precisamente el amplio manejo de los códigos para comunicar cosas sin recurrir a más palabras que las del título, no el tiempo y la pericia que le dedicas.

Si nos ponemos a hablar de ese concepto, explicar las mil horas dedicadas a lograr la imagen tendríamos que eliminar el trabajo de más del 60% de los maestros de la fotografía mundial, esos que iban a saltos y sustos entre la guerra, el hambre, aquellos que vivieron tanto  las cosas complicadas de la historia en los últimos cien años como los que se dieron la tarea de ver más allá de lo que los humanos comunes captamos en nuestro diario vivir. Los que conocemos del oficio sabemos que todo se va resolviendo en el camino , que nadie se fija en los detalles de la toma, solo te preocupas del encuadre pues lo demás lo acomoda el cerebro en automático por aquello de haber pasado por un largo entrenamiento durante años de práctica , que hasta en las situaciones más bajo control dependes de menos de un sesentavo de segundo para tener la imagen correcta, decir que trabajaste cien años no te hace mejor, si acaso todo lo contrario, ya que lo que no puedes resolver en diez minutos de edición no tiene salvación posible, por tanto el profesional debería  trabajar  para que la edición post toma sea el mínimo indispensable

Parte del  mérito está en que todos los valores (exposición, composición, encuadre e intención comunicativa) coincidan en ese instante decisivo (Cartier-Bresson dixit) cuando decides presionar el obturador haces lo posible para tener el noventa por ciento de efectividad, de hecho, muchas veces descubres que el ojo funciona separado del cerebro , hay imágenes que no recuerdas haber hecho que resultaron mejores  de lo proyectado, con lo que hay ocasiones en las que años después, revisando el archivo te enteras que hay mucho más de lo que pensabas era lo mejor.

Alguien dijo alguna vez que lo importante era la imagen , los detalles de su construcción sobran , estoy totalmente de acuerdo con eso , perderse en explicaciones sobre técnica, tiempo de dedicación y hasta los procedimientos de edición con los cuales se valió el fotógrafo para lograr su trabajo, sobran , es algo así como que un cocinero se esmere en explicar cuanto se tardó en cosechar un vegetal, el tiempo que dedicó a preparar la tierra, el abono, los agroquímicos (o su ausencia) el material con el que se fabricaron los implementos de cocina y hasta las cualidades del combustible utilizados para cocinar , como vuelta retorica para explicar cómo logró hacer una hamburguesa común y silvestre, muy bonita, elegante, de buen sabor , una perfectamente construida pero que desnuda de la retórica sigue siendo una hamburguesa , algo así pasa cuando muestras una fotografía donde lo aparentemente importante es el procedimiento y no el resultado pues este no es nada del otro jueves.

En resumen, el fotógrafo tiene dos labores básicas, la primera documentar los mundos (si, son muchos) que están fuera del alcance de los mortales  y la otra hacer de lo ordinario algo extraordinario, cualquier cosa fuera de eso pertenece al campo del onanismo fotográfico de la manía tecnosófíca intrascendente de quienes por no tener nada que contar prefieren perderse en la intrincada retórica de la nada técnica, pasando al olvido instantáneo de los millones que pueblan las redes cuando la intención debería ser lo contrario, pertenecer a la elite que pervive en la memoria colectiva, premios aparte.
Profesor José Briceño, 2019
@plurifotos

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