domingo, 10 de julio de 2016

Reflexión sobre la fotografía actual en Venezuela

Uno de los oficios con más aristas de investigación es el de la fotografía, además de democrático pues te puedes ganar la vida de múltiples maneras sin que ninguna desmerezca a la otra, desde esos que se ganan el pan cazando clientes a las puertas de las iglesias en los días de comunión , los de las plazas de pueblo con sus caballitos y decorados para los niños, los reporteros gráficos , los científicos que la utilizan para registrar sus especímenes, los forenses, los antropólogos y sus émulos que hacen trabajo documental, los que hacen trabajo publicitario, los ahora llamados fotógrafos fashion, los especialistas en bodas que también tienen sus escalas dependiendo del público que les pague por su trabajo, esos otros que van de puerta en puerta haciendo retratos de los niños de las casas pobres  hasta los artistas que viven la vida buscando  el reconocimiento a su obra que por consiguiente les permita también ganarse el pan al venderla. Todos y cada uno (incluyendo alguna categoría que se me escapa) tienen como misión primordial para salir del lugar común, hacer de lo ordinario algo extraordinario.

Como todas las cosas lo extraordinario para algunos es lo ordinario para otros, así como un ciudadano de a pie se queda de piedra al ver una escultural mujer con muy poca ropa en una pose muy sugestiva como algo fuera de toda posibilidad de realidad, el fotografió que hizo la imagen para la muy prestigiosa revista ya debe ser algo muy común tratar con mujeres hermosas, tanto así que las escoge casi con indulgencia y con un criterio que hace que quien no viva de eso se sentiría honrado solamente con poder hablar con las rechazadas del casting por no hablar de otros deseos confesables pero poco elegantes, así en todos los casos.

En Venezuela hay una explosión de escuelas de fotografía, hay muchos desafiando la delincuencia  y haciendo malabares para adquirir una réflex así sea usada y de baja gama pues la crisis en realidad no da para mucho, lo que me preocupa en este caso es que sigo mirando desde los sitios web y de redes sociales fotos si bien muy bonitas no tienen nada que contar. Puedo entender que quizás los profesores de la mayoría de esos centros de formación están centrados en preparar técnicos que una vez superados los cursos básicos ya puedan salir a la calle a buscarse la vida quien por cierto decidirá en gran medida el alcance de su oficio y el sector al que se dedicaran por el resto de su vida profesional.

Creo que la única falla de la mayoría de los centros educativos de fotografía está en no hacer hincapié en la debida reflexión en torno al hecho fotográfico como reflejo del pensamiento del fotógrafo. Siempre he pensado que para que una imagen se gane el título de parecer “arte” no solo debe contener todas las condiciones técnicas indispensables, también su composición , el uso de la luz y hasta la profundidad de los tonos ha de contarnos sobre su creador , decirnos mucho de su mundo interior y quizás hasta de su angustia existencial.

Ese punto sé que hay algunos maestros nacionales haciendo talleres y cursos buscando la manera de sembrar el germen del conflicto que tanto necesita el arte para poder transitar el camino de la reflexión, así quizás cumplir con una de las labores que es la de dejar constancia de lo que el país siente (que también es un reflejo de sí mismo) , no creo que el país esté para paisajitos lindos, viejitas pintorescas, niños mendigos (de esos hay muchos hoy día) iglesias, diablos danzantes, san juanes bautistas o cualquier otra manifestación tradicional o temática ya abordada hasta el hartazgo durante los años ochenta y noventa del siglo pasado. Estamos en una situación coyuntural donde los artistas (o los aspirantes a serlo) deben comenzar a buscar otras formas de mostrar esta realidad que nos agobia más para dejar huella de su paso por estos tiempos que por otra cosa.

Ser artista es tener la rebeldía a flor de piel, otra cosa es simplemente rendirse ante la facilidad del lugar común , de ser uno más del montón de gente conforme que hace lo que sabe se verá con más agrado sin pensar mucho en el esfuerzo mental que requerirá hablar del país sin necesariamente hoyar el camino de los reporteros gráficos y para eso hace falta mucha literatura, poesía, buen cine y algunas lecturas sobre el uso de los símbolos, así como una reflexión profunda sobre quiénes somos, adonde estamos, donde vamos y a dónde queremos ir como individuos que formamos parte de una nación convulsionada donde lo más común es ahora algo extraordinario, no porque sea maravillosos, lo que una vez estuvo al alcance con un poco de esfuerzo , ahora es algo casi inalcanzable.

Creo que todos deberíamos ir trabajando un poco sobre ese tema, está ahí en las calles, no hay mucho que buscar, todos conocemos las historias de horror, todos vemos a diario desde las redes sociales lo que los medios callan, todos conocemos a alguien que muere a bala, puñal o por falta de medicinas, todos nos hemos tropezado alguna vez con un muerto en la calle, también conocemos la diferencia entre el sonido de un petardo y el de una bala, entonces aunque también hay espacio en nuestras pupilas para retratar lo bonito, creo que nuestro cerebro también debería tener la suficiente capacidad para construir un discurso que nos ayude a gritar la inconformidad , si no el gran cumulo de nuevos fotógrafos junto a sus escuelas corren el riesgo de ser unos muy grandes productores de postales lindas que de tan comunes a nadie interesan, para seguir marginados dentro del espectro fotográfico mundial con la liviandad mental que denuncian esas imágenes comunes y silvestres que no requieren una segunda mirada ya que en vez de hacer extraordinario lo ordinario, vuelven cotidiano lo extraordinario de tan machacado que lo tienen.
Prof. José Ramón Briceño, 2016
@plurifotos

Titulo : 911 Venezuela 2016, autor José Ramón Briceño