Todos
los que hacen fotografías adolecen del mismo mal, una búsqueda exótica de “motivos
fotográficos”, para ello organizan viajes, expediciones, hacen estudios en
casa, se compran cientos de gadgets , invierten miles de dólares en equipo que
el tiempo demuestra inútiles, compran libros de técnica fotográfica, suben
millones de imágenes y algunas fotos a las redes sociales, quizás lo peor es
que se rodean de sus iguales para felicitarse por un montón de sitios comunes
que son representados en sus fotografías.
La
verdad señores es que todo lo anterior ni malo es, a todos nos gusta viajar,
auxiliar el viaje con la cámara y rehuir del bullicio para aislarse tras el
visor es un vicio que me cuesta un poco dejar, sin embargo he ido distanciándome
de esos vicios para ir buscando a mi alrededor el tema fotografiable, considero
que parte de la búsqueda de cualquiera que se pretenda fotógrafo serio es la de
plantearse preguntas, pero todas son válidas incluso la simple, esa de
cuestionarse el mundo en que día a día te desenvuelves y para ello valerse de
cualquier técnica.
También
creo recomendable queridos lectores que se dejen de leer tanto sobre técnica y
vuelvan su mirada hacia los maestros, ver y analizar fotos es más productivo
que leer cientos de páginas sobre técnicas, procesados, equipos avanzados y
trucos de otros, salirse del lugar común debería ser una constante de todos los
fotógrafos aficionados o profesionales. Seguro se sorprenden cuando me dirijo a
los profesionales, la verdad de los compañeros toca decir algunas cosas, muchos
de verdad conocen su oficio, realizan imágenes impecables, son unos maestros
del retoque digital, muchos han logrado vida y estatus privilegiados a costa de
su trabajo, eso se aplaude, lo que no se puede aplaudir es el cumulo de lugar
común, el ambiente de foto fiesta que inunda sus imágenes, la cursilería ramplona
aunque impecablemente presentada de muchos, en algunos casos algunos hasta se
esfuerzan sin embargo su producción se nota floja dentro del ámbito conceptual,
una especie de fusil (copia) del trabajo de otros pero sin la huella que marca
la búsqueda personal.
Me
disculpan en serio si les suena muy dura la crítica, pero es que a partir de
este año he decidido de una vez por todas ser más artista y menos “fotógrafo profesional”,
he vendido mi equipo de estudio, me he quedado apenas con mi cámara, un trípode,
un flash y un par de ópticas, nada del otro mundo ciertamente, pero es lo
suficiente para lo que de verdad deseo que es darme banquete con el mundo sin
las ataduras propias de ser fotógrafo de bodas y eventos que por esta parte del
mundo es lo más rentable. Quizás algún día vuelva a esos espacios pero espero
hacerlo desde mi óptica y nunca más desde lo tradicional.
La
pregunta común de mis alumnos es ¿Cómo se puede saber si algo es fotografiable?
¿Cuál es la manera en que descubro como es una foto para un salón de arte? ¿Cuáles
son las imágenes validas al momento de plantearse un portafolio?, mi respuesta
invariablemente es, todas y ninguna, todas por que el mundo está pleno de
millones de segundos no utilizados y que nos podemos robar, la idea de ser
artista es la de doblar la realidad para elevarla a otras cotas creíbles o increíbles,
eso es otro asunto para discusión, lo importante es hacer que esa realidad deje
de ser cotidiana para nuestro espectador, que sea fácilmente reconocible y si
queremos hacer algo conceptual, deberemos hacer nuestra imagen lo
suficientemente legible para que todas las lecturas quepan, desde la que hace
cualquier espectador despreocupado hasta la del ojo experto que diseca cada
imagen y su interrelación con el mundo así como las posibles estrategias
intertextuales del autor.
La
imagen ramplona del paisaje bonito, la viejita, el niñito, la pared
descascarada, el pueblito miserable, la playa luminosa, el bosque encantado y
cualquier otro lugar común debería ser dejado de lado, buscar en esos mismos
motivos espacios “diferentes” para su abordaje. Esta y no otra debería ser la búsqueda
de todo fotógrafo, conocer el lugar común para obviarlo, quizás comenzar por
ahí solamente para abandonarlo en el camino e ir buscando su propia identidad
dentro del universo de la imagen, de nada vale un equipo de 6.000 Dolares si
vas a hacer las mismas fotos que mi mamá con su móvil.
Profesor
José Ramón Briceño, 2014
@plurifotos
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