miércoles, 29 de octubre de 2025

Vasco Szinetar: El espejo que retrata medio siglo de la fotografía venezolana

 

Hablar de Vasco Szinetar es hablar de medio siglo de la fotografía venezolana, de una mirada que ha sabido convertir el retrato en conversación y la cámara en espejo. Desde su icónica serie Frente al Espejo hasta sus trabajos urbanos, Szinetar ha construido una narrativa visual que documenta la historia íntima del país y el rostro humano de la cultura latinoamericana.

Durante su conversación con Notas Fotográficas, el maestro recordó que “la fotografía es una forma de diario, una reflexión sobre el tiempo y el poder”. En su proyecto Frente al Espejo, el artista no solo se retrata junto a figuras icónicas como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Manuel Cabré, sino que coloca a personajes públicos en un espacio lúdico, despojado de jerarquías, donde el fotógrafo y el retratado se igualan frente al lente.

La memoria como territorio de trabajo

Para Szinetar, la cámara es un instrumento de memoria. “Yo tengo mucha conciencia de lo histórico. A lo largo de 50 años he registrado la vida cultural de América Latina. En mi archivo está la historia íntima de la cultura venezolana”, afirma con convicción.

Ese archivo, que incluye escenas de bares, librerías y encuentros bohemios caraqueños, es una verdadera cartografía emocional del país. En él se mezclan fotógrafos, escritores, artistas y personajes anónimos que dan forma a lo que el maestro llama “la memoria viva de una época”.

Su mirada combina el rigor del documentalista con la sensibilidad del poeta. No en vano, Szinetar comenzó escribiendo poesía a los 15 años y reconoce que ese ejercicio lo ayudó a depurar su lenguaje visual: “La poesía me enseñó a limpiar el discurso, a entender el silencio, que también es palabra”.

Del cine a la fotografía: una narrativa en imágenes

Antes de convertirse en fotógrafo, Szinetar estudió cine en Polonia durante los años 70, en plena Guerra Fría. Esa experiencia marcó su manera de pensar la imagen. “Del cine aprendí la narrativa y la edición fotográfica. En la fotografía el tema no es la imagen en sí, sino el discurso que construyes con ella”, explica.

Esa visión lo distingue como uno de los pocos fotógrafos venezolanos que ha logrado transformar la experiencia del retrato en un diálogo narrativo, donde cada fotografía forma parte de un relato mayor sobre el tiempo, la identidad y la historia.

Un fotógrafo de su tiempo

Aunque muchos lo asocian con la era analógica, Szinetar adoptó lo digital sin nostalgia. “Yo vivo en la contemporaneidad, no en la nostalgia de la tecnología”, afirma. Desde 2008 trabaja completamente en digital y organiza su archivo en la nube, consciente de la importancia de preservar la memoria visual del país.

Su obra, presente en colecciones como el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York, forma parte del patrimonio visual venezolano. Pero más allá de los reconocimientos, lo que lo define es su mirada curiosa y humana. “Soy una persona que conversa con todos. Cada encuentro es una historia que merece ser contada”, dice con humildad.

Un legado vivo para nuevas generaciones

En tiempos donde las redes sociales se han convertido en vitrinas de imágenes fugaces, la obra de Szinetar recuerda la importancia de mirar más allá del instante. Su legado invita a reflexionar sobre la memoria, la identidad y el arte de retratar al otro para entendernos a nosotros mismos.

“Quiero ser recordado como un historiador de mí mismo y de los otros”, concluye el maestro, reafirmando su lugar como uno de los grandes cronistas visuales de nuestra cultura.

 

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lunes, 20 de octubre de 2025

Vasco Szinetar: el espejo que nos retrata a todos

 

En la historia de la fotografía venezolana hay nombres indispensables, y uno de ellos es sin duda el de Vasco Szinetar. Poeta, fotógrafo y curador, Szinetar ha dedicado más de cinco décadas a mirar —y a mirarse— a través del lente. No solo ha retratado a escritores, artistas y pensadores fundamentales de nuestro tiempo, sino que ha hecho de esa cercanía un gesto poético, una conversación silenciosa entre el fotógrafo y su retratado.

Sus series “Frente al espejo” y “Cheek to Cheek” son hoy parte de la memoria visual de América Latina. En ellas, el maestro aparece junto a figuras como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Gabo Ferro o Eugenio Montejo. Pero más allá del impacto de los nombres, lo que queda es la atmósfera: una complicidad, una pausa, un instante donde el ego desaparece y surge algo más humano y frágil.

“Fotografiar a otro es también una forma de retratarse a uno mismo”, ha dicho Szinetar en más de una ocasión. Y es justamente ese diálogo interior lo que ha convertido su obra en una exploración profunda sobre la identidad, el tiempo y la memoria.

Formado en la Escuela de Cine León Schiller de Polonia y en la London International Film School, Vasco heredó del cine una forma de pensar la imagen como relato. En cada encuadre hay una historia posible, un fuera de campo invisible que completa lo que no se muestra. Esa mirada cinematográfica se entrelaza con su sensibilidad poética, visible en libros como Esto que gira o Hotel Pensilvania, donde las palabras y las imágenes parecen provenir del mismo territorio: la introspección.

A lo largo de su carrera, Szinetar no solo ha producido obra, también ha construido espacios para que otros puedan hacerlo. Fundó El Daguerrotipo, una de las primeras galerías dedicadas exclusivamente a la fotografía en Caracas; dirigió el Museo Alejandro Otero y el Centro Nacional de la Fotografía (CENAF); y ha sido curador de exposiciones y publicaciones sobre autores esenciales como Alfredo Cortina, Tito Caula y Ricardo Jiménez. Su labor ha sido, en muchos sentidos, la de un mediador entre generaciones: un puente entre la tradición analógica y la mirada contemporánea.

En tiempos donde la imagen se ha vuelto instantánea, fugaz y omnipresente, la obra de Szinetar nos recuerda que la fotografía sigue siendo un acto de pensamiento. Cada retrato suyo invita a detenerse, a escuchar con los ojos, a descubrir que detrás de cada rostro habita una historia que merece ser contada.

Este sábado 25 de octubre a las 10:00 a.m. (hora Venezuela), tendremos el privilegio de conversar en vivo por Instagram con el Maestro Vasco Szinetar desde la cuenta @notasfotograficasve. Será una oportunidad única para adentrarnos en su universo visual, escuchar sus reflexiones sobre la fotografía contemporánea, y conocer las anécdotas detrás de algunas de sus imágenes más emblemáticas.

Y si no puedes acompañarnos en directo, no te preocupes: el domingo podrás disfrutar la entrevista completa en nuestro canal de YouTube, en Notas Fotográficas, donde quedará disponible para todo el público.

Te invitamos a compartir este encuentro con tus colegas, estudiantes y amantes de la imagen. Porque hablar con Vasco Szinetar no es solo hablar de fotografía: es hablar de la memoria de un país, de la mirada como acto de resistencia y de la belleza que surge cuando el fotógrafo decide ponerse —literalmente— frente al espejo.

 Sábado 25 de octubre | 10:00 a.m. | En vivo por Instagram: @notasfotograficasve

 Domingo 26 | Entrevista completa en YouTube: Notas Fotográficas

 

sábado, 18 de octubre de 2025

Salvar la memoria visual de Venezuela: por qué lo digital no basta

 

Una de mis más grandes —y quizá más inútiles— preocupaciones es la memoria, aunque no la mía. Es natural que todo se apague cuando uno se va del planeta; así funciona la vida. Lo que me inquieta es la memoria colectiva, especialmente la memoria gráfica de Venezuela. En esta era digital, nadie parece preguntarse qué pasará con las imágenes del país en los últimos veinte años y contando.

La fragilidad de la memoria digital

Tengo la impresión de que ningún ente, institución o agrupación se preocupa realmente por preservar las imágenes que narran la transformación de Venezuela. Todo está en riesgo: un virus, una avería del computador, la falta de pago de una nube o la pérdida de un correo pueden borrar en segundos años de historia visual.

Además, los servidores digitales no son eternos. Cada cierto tiempo se resetean, los proyectos desaparecen y con ellos se esfuma parte de nuestra memoria. No es un problema exclusivo de Venezuela, pero es el que conozco más de cerca.

Memoria fotográfica: más allá de las redes sociales

Tal vez existan proyectos de preservación que desconozco, pero sigo teniendo la impresión de que la memoria no le importa a nadie más allá de las redes sociales, de los grupos especializados en fotografía o de alguna que otra publicación impresa.

Si me preguntaran por una solución, propondría un proyecto nacional de memoria fotográfica que convoque al menos a diez fotógrafos para recorrer el país y registrar imágenes en soporte analógico. Esas fotografías podrían digitalizarse y archivarse para ser consultadas cuantas veces sea necesario. Nada del otro mundo, aunque sí una tarea compleja.

El valor del conocimiento técnico en la fotografía analógica

El primer reto sería encontrar fotógrafos que manejen lo analógico con precisión profesional, no esta nueva generación de experimentadores que creen que lo analógico debe ser una “sorpresa”. Muchos de ellos gastan grandes sumas en rollos mal expuestos o desenfocados, y luego los exhiben como obras innovadoras en redes sociales, donde se aplauden entre sí como si fueran genios incomprendidos.

La fotografía analógica, sin ser una ciencia exacta, requiere dominio técnico: medir la luz, cuidar el encuadre, entender la relación ISO–obturación–diafragma = exposición. También, por supuesto, tener una intención comunicativa clara. Usar bien las herramientas minimiza los errores, algo que solo se logra después de disparar al menos cien rollos y tener la autocrítica necesaria para aprender de cada error.

Lo digital también olvida

La memoria digital está en constante riesgo. Ya sea por descuidos, intereses empresariales o simples actualizaciones de sistemas, los archivos desaparecen. Los años pasan, los gobiernos cambian, las personas mueren, y con ellas se borra parte de la historia.

Las ciudades mutan, los pueblos se transforman y la historia se vuelve un producto efímero dominado por el marketing. Nos hacen creer que lo viral es lo importante, y terminamos olvidando que la historia necesita archivos, no likes.

La esperanza analógica y el registro del país real

Desde mi canal de YouTube Notas Fotográficas he descubierto un movimiento casi subterráneo de fotógrafos que regresan a lo analógico. Aunque muchos aún mantienen la fascinación por “lo sorpresivo”, tengo la esperanza de que surjan algunos que comprendan la urgencia de documentar el país desde la memoria real, con intención histórica.

Sueño con un archivo donde el oriental, el andino, el llanero, el costeño y el habitante de la selva del siglo XXI queden registrados para la posteridad. De seguir así, los venezolanos del futuro solo conocerán nuestro tiempo a través de fotografías mediocres o fragmentos digitales perdidos. Porque algún día morirán Facebook, Instagram, X o cualquier otra red social, y con ellas desaparecerán miles de imágenes que narran nuestra era.

Un llamado urgente a preservar la memoria visual venezolana

Ojalá alguien lea estas líneas y asuma esta tarea titánica. Laboratorios hay, cámaras analógicas hay, fotógrafos con experiencia aún quedamos. El dinero puede buscarse en fondos internacionales de preservación cultural, y los equipos de segunda mano siguen siendo útiles para el propósito.

Si desde mi canal o mis redes puedo colaborar, estoy a la orden. Pero, por favor, no dejemos morir la memoria colectiva. Lo digital no es la panacea. Lo analógico, en cambio, podría ser la base para reconstruir la historia visual de la Venezuela que se transforma cada día.

Caracas, octubre de 2025
Prof. José Ramón Briceño Diwan