sábado, 18 de octubre de 2025

Salvar la memoria visual de Venezuela: por qué lo digital no basta

 

Una de mis más grandes —y quizá más inútiles— preocupaciones es la memoria, aunque no la mía. Es natural que todo se apague cuando uno se va del planeta; así funciona la vida. Lo que me inquieta es la memoria colectiva, especialmente la memoria gráfica de Venezuela. En esta era digital, nadie parece preguntarse qué pasará con las imágenes del país en los últimos veinte años y contando.

La fragilidad de la memoria digital

Tengo la impresión de que ningún ente, institución o agrupación se preocupa realmente por preservar las imágenes que narran la transformación de Venezuela. Todo está en riesgo: un virus, una avería del computador, la falta de pago de una nube o la pérdida de un correo pueden borrar en segundos años de historia visual.

Además, los servidores digitales no son eternos. Cada cierto tiempo se resetean, los proyectos desaparecen y con ellos se esfuma parte de nuestra memoria. No es un problema exclusivo de Venezuela, pero es el que conozco más de cerca.

Memoria fotográfica: más allá de las redes sociales

Tal vez existan proyectos de preservación que desconozco, pero sigo teniendo la impresión de que la memoria no le importa a nadie más allá de las redes sociales, de los grupos especializados en fotografía o de alguna que otra publicación impresa.

Si me preguntaran por una solución, propondría un proyecto nacional de memoria fotográfica que convoque al menos a diez fotógrafos para recorrer el país y registrar imágenes en soporte analógico. Esas fotografías podrían digitalizarse y archivarse para ser consultadas cuantas veces sea necesario. Nada del otro mundo, aunque sí una tarea compleja.

El valor del conocimiento técnico en la fotografía analógica

El primer reto sería encontrar fotógrafos que manejen lo analógico con precisión profesional, no esta nueva generación de experimentadores que creen que lo analógico debe ser una “sorpresa”. Muchos de ellos gastan grandes sumas en rollos mal expuestos o desenfocados, y luego los exhiben como obras innovadoras en redes sociales, donde se aplauden entre sí como si fueran genios incomprendidos.

La fotografía analógica, sin ser una ciencia exacta, requiere dominio técnico: medir la luz, cuidar el encuadre, entender la relación ISO–obturación–diafragma = exposición. También, por supuesto, tener una intención comunicativa clara. Usar bien las herramientas minimiza los errores, algo que solo se logra después de disparar al menos cien rollos y tener la autocrítica necesaria para aprender de cada error.

Lo digital también olvida

La memoria digital está en constante riesgo. Ya sea por descuidos, intereses empresariales o simples actualizaciones de sistemas, los archivos desaparecen. Los años pasan, los gobiernos cambian, las personas mueren, y con ellas se borra parte de la historia.

Las ciudades mutan, los pueblos se transforman y la historia se vuelve un producto efímero dominado por el marketing. Nos hacen creer que lo viral es lo importante, y terminamos olvidando que la historia necesita archivos, no likes.

La esperanza analógica y el registro del país real

Desde mi canal de YouTube Notas Fotográficas he descubierto un movimiento casi subterráneo de fotógrafos que regresan a lo analógico. Aunque muchos aún mantienen la fascinación por “lo sorpresivo”, tengo la esperanza de que surjan algunos que comprendan la urgencia de documentar el país desde la memoria real, con intención histórica.

Sueño con un archivo donde el oriental, el andino, el llanero, el costeño y el habitante de la selva del siglo XXI queden registrados para la posteridad. De seguir así, los venezolanos del futuro solo conocerán nuestro tiempo a través de fotografías mediocres o fragmentos digitales perdidos. Porque algún día morirán Facebook, Instagram, X o cualquier otra red social, y con ellas desaparecerán miles de imágenes que narran nuestra era.

Un llamado urgente a preservar la memoria visual venezolana

Ojalá alguien lea estas líneas y asuma esta tarea titánica. Laboratorios hay, cámaras analógicas hay, fotógrafos con experiencia aún quedamos. El dinero puede buscarse en fondos internacionales de preservación cultural, y los equipos de segunda mano siguen siendo útiles para el propósito.

Si desde mi canal o mis redes puedo colaborar, estoy a la orden. Pero, por favor, no dejemos morir la memoria colectiva. Lo digital no es la panacea. Lo analógico, en cambio, podría ser la base para reconstruir la historia visual de la Venezuela que se transforma cada día.

Caracas, octubre de 2025
Prof. José Ramón Briceño Diwan



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