lunes, 25 de octubre de 2021

Entre el espejo y la cámara

 


Mirarse al espejo usualmente es un acto plagado de mentiras basadas en la imagen que tenemos de nosotros mismos, por el contrario, la fotografía es el mejor reflejo que podemos obtener de nosotros, la cámara no tiene cerebro ni malicia para engañar a nadie, si pensamos en el Photoshop esos son arreglos posteriores que cada profesional hace para congraciarse con el cliente, aunque muchas veces puede ser usado para acercar la realidad precisamente a lo que su cerebro le ordena ver, la mayoría de quienes terminamos de artistas está más basado en la intención de modificar el mundo a nuestro gusto, trasmitir una idea de nuestro universo interno para compartirlo con esos otros que no tienen la habilidad (o el interés) de intervenir la árida realidad , como decía el poeta “Cosas veredes Sancho”.

Tengo que ser sincero, no me gusta hacer retratos , eso implica acercarme a la gente y por lo general la gente no me agrada mucho que digamos, sobre todo por el envaramiento natural que asumen cuando están frente a la cámara, en los casos donde no he tenido más opción (toca ganarse la vida) siempre prefiero tomar un café antes y dejar el apuro para otras cosas más importantes , hacer bien un retrato en realidad tiene más que ver con la química entre fotógrafo y sujeto que a los malabares técnicos , al menos en el caso de quienes no son profesionales, trabajar con una (un) modelo profesional es a cosa más divertida del mundo, ellos se encargan de hacer su trabajo y uno el suyo logrando una sinestesia que se ve en el material resultante, en cambio con los aficionados el trabajo es otro más complejo, no solo tienes que dirigir la sesión, también has de estar en control con lo que dices o haces y si por casualidad se desagradan unos y otros el resultado es totalmente desastroso.

Conozco a una señora de lo más bella que se empeñaba en sentirse mal consigo misma porque (erróneamente) no creía ser lo suficientemente bella además pensaba que le metía solo por obtener sus favores, luego de una discusión bastante álgida sobre lo poco que me gustaban sus fotos en redes sociales, ella por supuesto ofendida porque pensaba que se veía fea cuando en realidad lo que sucedía era que los fotógrafos no le agradaban, en todas las fotos parecía que algo le molestaba y en realidad había mucho lo que le molestaba dese un principio, obviamente quien no le gusta ser admirado (por la razón que fuere) nunca tendrá ni tan siquiera una sonrisa sincera, eso se nota, es como si cada vez que te hicieran una fotografía te obligasen a comer alguna cosa terrible que todos disfrutan menos tú. Tres horas, quince gritos y un par de mentadas de madre más tarde puse manos a la obra y monté una breve sesión de fotografía, no tan organizada (sin locación, maquillaje profesional ni vestuario seleccionado, trabajamos con lo que teníamos a mano) como debería pero en todo caso la ausencia de producción ayudó totalmente a lograr del trabajo, luego la obligué a acompañarme en el proceso de postproducción para que viese que no uso filtros ni más intervención que la de mover algunos valores para dar preponderancia a los colore del entorno, un retoque mínimo a las imperfecciones producto del clima, es de mostrar gente sudada en una foto bien vale en un los deportes pero en un retrato es casi ofensivo.

Dos horas después de la discusión y al calor de un café tinto la señora no podía creer cuan bella se ve en los retratos por primera vez en años salía sonreída con ganas en una foto, sus ojos brillaban y toda su belleza salió a flote sin más esfuerzo que hacer una buena química con el fotógrafo , sin presión ni producción, solo dejarnos llevar, por supuesto hubo que hacer algo de dirección pero sin apuro ni poses forzadas, el tiempo que tuviese que dedicarle se le dedica y de ese simple trabajo salió una mujer diferente que por primera vez se dio cuenta que en realidad es bella, que no se necesitan grandes cosas para serlo y por costumbre del oficio sé que para ser bonito hay primero que creérselo, además sentirse cómodo frente a la cámara es determinante para que la foto funcione. Ahora cada vez que discuto con la misma señora le muestro las fotos y se acaba la pelea.

No soy psicólogo, psiquiatra ni nada que se lo parezca, lo más cercano a eso son unos lejanos recuerdos de algunas materias que vi en la universidad pero el oficio prima sobre la teoría , ser o no fotogénico no tiene absolutamente nada que ver con el físico , realmente tiene que ver con cómo se siente la modelo ante el extraño que la apunta con un aparato gigante , que en mejor de los casos solo sostiene un trípode pero que bien pueden haber un par de asistentes más unas cuantas luces apuntándola, eso atemoriza al más pintado, ahora si junto a la parafernalia los profesionales se dedicasen a conversar con la modelo haciendo que se sienta cómoda consigo se obra el milagro, menos Photoshop y más confianza debería ser el mantra de los fotógrafos.

De hecho hay estudios psicológicos que aseguran que la fotografía sirve como herramienta terapéutica, verse sin los filtros del cerebro ni los otros (exagerados) de las cámaras móviles el asunto es sentirse cómodo y al final es el mejor espejo, verse y mirar-se son coas que solo comprendemos cuando entendemos que verse bien o mal es solo cuestión de actitud.

Profesor José Ramón Briceño

24/10/2021 



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