Cada
vez que leo en alguna parte que alguien presenta su foto como una
“obra de arte” , así, sin ninguna vergüenza y ni siquiera un
titulo que soporte tal pretensión pues algunas veces algo anodino
puede ser potenciado con una propuesta estética apoyada por un
titulo contundente, sin embargo en la praxis son muy pocos los que
hacen tales ejercicios de reflexión, muchos menos son aquellos que
lo hacen desde la soberbia de su dominio tecnosófico. Por lo general
esa pretendida “obra de arte” es usualmente alguna más del
montón infinito de molestia visual que plena las redes sociales y
que sumado a la ligereza de algunos medios es presentada y captada de
manera errónea por ese 98% del universo humano a quien no le
interesa en lo más mínimo nada más complejo que el éxito musical
pop de la temporada.
Hace
unos dias llegó a mis manos un ejemplar de “Miradas Ajenas”,
escrito por mi amigo y colega Wilson Prada, mientras lo he ido
leyendo se me ha abierto un nuevo panorama en cuanto a investigación
y gracias a él me topé con un comentario que parece ser la piedra
angular de cualquier razonamiento que se puede emprender contra o a
favor de la critica. Debo admitir que hacia rato que no leía nada
sobre fotografía ya que hace años decidí que hacer énfasis en
asuntos tecnosóficos no tiene sentido si la búsqueda es puramente
estética así que encontré en la literatura un buen punto de inicio
para este replanteamiento personal, sin embargo al abordar el texto
de Prada , que a pesar de lo denso y algo caótico se empeña en
hacer una apretada síntesis de la evolución de la fotografía
desde su inicio como reflejo (pretendido) realidad hasta la
herramienta de sublimación de la imaginación que actualmente es.
Una
de las grandes discusiones alrededor de la apreciación de la imagen
esta conformado en torno a la critica, es normal que todos los que
pretendemos hacer vida artística siempre tropecemos con la piedrade
la critica que algunas veces hace mucho bien y otras , todo lo
contrario, además tengo la impresión de que esa critica es algo
bipolar y depende de algunos parámetros complicados de explicar y
que por lo general parecen estar construidos solo para hacer que los
que ejercen eso no se vean tan mal. Leyendo el libro que les comenté
linea arriba me encontré con una cita que ilustra muy bien lo que
quiero decir y dice así “...les arrojé a la cabeza los
portabotellas y el urinario como provocación , y ahora resulta que
admiran su belleza.” (pag. 60), esta cita era de Marcel Douchamp
quien en una correspondencia a un amigo le hace ese comentario. Todos
hemos leído alguna vez sobre aquel urinario que en la década de los
setenta sacudió la conciencia de los artistas y en conjunto con la
fusión de varios movimientos artísticos son la base formal de lo
que han dado en llamar “arte contemporáneo” , esa visión de que
si se conceptualiza bien algo, cualquier cosa podrá ser considerada
arte.
Este
ultimo precepto tan mal utilizado por las masas, amparado en el
reflejo repetitivo e que si alguien puede y la critica lo apoya, de
seguro te van a apoyar a ti, lamento contradecir a quien así piense,
no todos somos Marcel Douchamp, ni la critica tendrá a bien defender
cualquier cosa con tal de no verse ultrajada por algún desplante,
quizás si lo del urinario lo hubiese hecho cualquier otro de seguro
no pasaba de ser alguna pataleta de cualquier inconforme pero como
fue LA PATALETA de un gran inconforme pues la critica lo único
decoroso que pudo hacer fue defenderla y convertirla en un icono así
de seguro todos lo seguirían tal como ha sucedido durante los
últimos cuarenta años y que gracias al trabajo de mi amigo Prada he
podido constatar no solo que la pretensión de originalidad es un
esfuerzo vano, también que muchas de mis creencias (y las de muchos)
están basadas en una farsa que fuerza de repetirse se ha
transformado en una teórica verdad de la que muy pocos son capaces
de dudar (en publico al menos) y que demuestra cuan poco firme es la
“infalibilidad” de la critica que con ese tropiezo de Douchamp ha
arrastrado a tantos por el mismo desfiladero, aunque sin tanta
elegancia como lo hizo aquel maestro.
José
Ramón Briceño, 2017
@plurifotos
Nota: El libro de Wilson Prada lo pueden solicitar en su sitio de facfebook Prada escuela de fotografía .
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