La teoría fotográfica es larga y extensa, en muchos casos se cruzan con otras artes, lo que ocasiona no pocas veces que quien haga investigación se confunda un poco al intentar entender ciertas explicaciones, que si bien son muy completas e interesantes también hay que asegurar que en la mayoría de los casos son en extremo rebuscadas para el ciudadano promedio quien por asuntos de esta era donde las humanidades han quedado rezagadas por las novedades del facilismo digital, hay una suerte de epidemia de ignorancia selectiva cuyo síntoma más palpable está en esa reducción drástica del vicio lector de la que tanto se quejan las editoriales.
Tengo la impresión de que en la fotografía hay cada vez más fanáticos del proceso de “revelado” y post producción de una imagen que del análisis de contenido de las mismas, leo en las redes sociales cada vez con más frecuencia fotógrafos aficionados o profesionales que hacen énfasis en explicar cómo produjo tal o cual imagen , perdiéndose así la razón de ser del oficio que en realidad no es más que comunicar, ahora que comunica el fotógrafo es asunto de otra discusión pues las realidades y posibilidades de interpretación son tantas que se hace imposible dar una respuesta única al momento de interpretar alguna foto.
Comencemos por la parte más simple del análisis, la imagen está bien enfocada, el encuadre corresponde con las normas establecidas, bien iluminada o cuando menos responde a la atmósfera que el artista quiso mostrar, todos los detalles han sido bien cuidados y hasta la resolución es óptima, hasta acá creo que cualquier ser humano cuya cultura visual esté influenciada por el bombardeo natural de estos tiempos puede apreciar esos detalles. No todo lo que se fotografía es arte, no todo lo hermoso en la imagen puede considerarse artístico pero si todas las imágenes generadas por el ojo humano son interpretaciones de la realidad y por tanto responden a un acto comunicativo, independientemente del género que se explore, la foto resultante siempre será filtrada por la idea del fotógrafo y el acto comunicativo estará incluido en esa imagen. Eso en el supuesto que la fotografía en cuestión supere la primera barrera que corresponde al gusto personal del espectador, si no le gusta a quien la mira no hay más razones para seguir pensando en ella, una suerte de acto de desaparición pues es casi inmediato el olvido de una foto que no nos agrada.
En el supuesto de que la imagen supere los dos primeros escollos, el espectador pasará a otros niveles, uno de ellos va en función de las sensaciones que genera observar la foto , desde recuerdos agradables hasta rechazo militante (en el caso de las fotos de guerra). Luego observamos con detenimiento decodificando los símbolos que están en esa imagen, por lo general más que símbolos son pistas que nos indican la intención comunicativa del autor, podría hacerse una analogía perfecta entre una excelente imagen y un relato literario, cada detalle de la fotografía nos cuenta una parte de la historia y la suma de todos esos detalles está dirigida a que cada uno de los observadores pueda recrear una historia particular sobre lo relatado sin que las diferentes versiones construidas por el espectador menoscaben la profundidad del discurso del autor.
Hasta los álbumes familiares están plenos de intención comunicativa, aunque por lo general ese tipo de registros están exentos de otra intención más allá que la de dejar constancia de un momento histórico que solo atañe a los que aparecen allí, también están influenciados por toda la gama de sensaciones que vive el fotógrafo al hacer clic con su equipo. Si hablamos de los grandes del siglo XX, aquellos que revolucionaron el oficio al juntar noticia y arte en una misma imagen, si lo vemos más allá del asunto de la técnica nos encontramos ante la necesidad de unos hombres y mujeres por contar la historia terrible que les tocó vivir para que el mundo no olvidase jamás los terrores que el hombre puede desencadenar, si las miramos con detenimiento nos encontramos frente a frente con cientos de manifiestos antibelicistas disfrazados como foto informativa.
Ni las redes sociales escapan a esta formas de analizar, lo que nos lleva a una sola conclusión lógica, si la imagen no cuenta nada, por muy bonita, bien ejecutada, perfectamente encuadrada, “revelada” con ordenadores y software de punta o tomada con ópticas de cristal lunar , esa imagen será tan interesante como un bonito papel tapiz , lo vemos, lo detallamos y enseguida lo olvidamos. Aunque no todo nuestro trabajo sea memorable ni interesante, cuando menos deberíamos trabajar en el proceso introspectivo que conllevará a tener cuando menos una imagen memorable al año, con eso sería bastante, otra cosa nos elevaría al pedestal de los maestros y esos siempre son minorías, con salir del lugar común debe ser bastante.
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Profesor José Ramón Briceño, 2017
@plurifotos
Imagen participante de la Bienal Fotográfica de la Fundación Hector García, México (DF) 2015 Otras reflexiones interesantes |
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