En
el post anterior hablaba de la primera etapa de un fotógrafo , quizás en mi
caso (como en el de muchos) el paso del analógico al digital constituyó todo un
nuevo aprendizaje, sobre todo mientras llegaban las réflex a precios accesibles
para los venezolanos , sin embargo muchos nos habituamos pronto pues comenzamos
a trabajar las réflex digitales tal como utilizábamos las analógicas autofoco ,
antecesoras de las digitales pues ya traían varios automatismos así como el milagroso
autofoco que tanto reverencio pues siempre soñaba con tener un equipo con el
que solo me preocupase del encuadre y los cálculos de exposición restando
cuando menos ese incomodo momento del enfoque manual, sobre todo porque al
disparo número cien ya tocaba trabajar por hiperfocal pues ya mi vista no
aguantaba más, por supuesto con las limitaciones propias de la película de 36
exposiciones así como tener al hombro cuando menos dos cámaras para trabajar en
color a blanco y negro, cuando no una tercera con película para diapositivas
cuando pasé por la ventolera de hacer procesos cruzados de color por mera
experimentación.
En
la segunda fase, ya nos consideramos fotógrafos, para mis inicios muchas
discusiones siempre estaban plagadas de químicos, papeles , películas y hasta
técnicas de laboratorio, llegando incluso a menospreciar a los fotógrafos que
no utilizaban los procesos de laboratorio manual como una suerte de apartheid
fotográfico, tal como hoy en día hacen los tecnósofos de los procesos varios que
hablan de revelados, RAW, HDR y demás artilugios , mirando por encima del
hombro a quienes solo hacen sus imágenes en JPG como si de un blasfemo se
tratase. Toca también asomarse un poco a esta manía de algunos en llamarse
canonistas, nikonistas, iphoneografos y vaya usted a pensar en cuantos tipos de
marcas con sus fanáticos existen.
He
descubierto con cierto estupor los otros que también hacen gala de mala
educación diciendo a alumnos u otros fotógrafos que si no usan tal o cual tipo
de ordenador, tal o cual programa de retoque fotográfico no deberían
considerarse profesionales, alegan talleres, cursos, postgrados y maestrías
donde otros magna cum laudes en fotografía les aconsejaron trabajar de tal o
cual manera y se aferran al ritual como si de dogmas de fe se tratasen.
En
mi opinión los procesos son secundarios, al final lo que importa es el
resultado (en fotografía claro) , cada quien se amolda a la técnica que mejor
le resulte y a partir de ahí comenzar su investigación, la fotografía digital
no existe hasta que está impresa o publicada, mientras está en el ordenador o
en algún soporte, solamente son bites interpretados por una máquina que además
son susceptibles a cualquier cosa que las elimine, Roland Barthes decía
que al espectador solo le importaba la imagen no como estuvo hecha.
Esta
segunda etapa podría catalogarla como la del ego, los fotógrafos que están
transitando por ahí se reconocen por la cantidad de datos técnicos que dan de
su imagen, la descripción de sus equipos, a todos atarugan con historias de
como hizo tal o cual foto, de cómo piensa alguna vez hacer tal portafolio.
Tengo la impresión de que, sobre todo, están hambrientos de reconocimiento,
hacen fotos a diestra y siniestra por el mero placer del disparo e intentan por
todos los medios una originalidad que su misma necedad les niega, además de
comenzar a abusar de las posibilidades no solo del retoque digital, se vuelven
compradores compulsivos (los que pueden) de cuanto aparato les sirva para sus
fines fotográficos.
Tal
como dije esto no es un crimen, considero nociva esa época , solo para quienes
tienen en mente ser artistas en cualquiera de las disciplinas que alcanza la
fotografía, hay casos de muchos a quienes ser así les funciona en su vida
profesional, pues no siempre intentar darle coherencia o pertinencia a las
fotos es necesario, por ejemplo, los publicitarios (menores) que atienden lo
que les pide un cliente, algunos de los que hacen bodas y quienes solo les
interesa obedecer los designios de la novia sin permitirse dejar algún aporte
de su opinión sobre el evento y algunos otros que no voy a nombrar por falta de
espacio, incluyendo por supuesto a aquellos que hacen esas espantosas fotos de
mujeres embarazadas que se ven en algunos estudios donde igual hacen ese tipo
de fotos como las de carnet, pasaporte o cualquier cosa por el estilo donde no
importa mucho la profundidad estética si no la cantidad de clientes atendidos
por hora.
Quienes
me leen de seguro conocen a alguien en ese trance, quizás también se sientan
identificados, algunos se sonreirán, otros en cambio quizás no tanto. Esta
etapa la vivimos todos en el tránsito de nuestro aprendizaje, es el periplo
exactamente posterior a la última etapa. Lamentablemente he conocido muchísimos
que jamás superan eso, quizás para intentar palear sus pobres imágenes
perfectamente tomadas pero vacías en contenido, pues aún no han entendido que
al final lo que interesa es que cada imagen cuente una historia, complete un discurso,
diga cosas. Esa ausencia de contenidos le cierra las puertas de galerías,
museos, salones y hasta prensa especializada, cosa que los vuelve con el tiempo
en gentes realmente incomodas pues para ellos no importa más que la técnica y
lo peor es que hasta se rodean de discípulos del evangelio de la nada fotográfica
que piensan que eso es solo lo que existe.
La
técnica impecable no siempre es sinónimo de calidad, los equipos de última
generación, el ordenador más caro, el software de más nueva data o los
discursos grandilocuentes sobre la complicada técnica con la que logran tal o
cual imagen tampoco los hacen mejores, cuando comprenden que ese no es el
camino ya trascienden al otro nivel que considero el óptimo para cualquier
fotógrafo, sobre todo los que se consideran artistas o pretenden serlo alguna
vez.
Prof.
José Briceño
@plurifotos
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