Hace
un tiempo escribí algo sobre la fotografía venezolana como una suerte de
cruzada para empujar entre todos, a partir de ahí he tenido reuniones con
varios críticos que han emplazado el tema a discusión, en todos los casos
llegamos a la misma conclusión, la fotografía exclusivamente venezolana no
existe, la mirada se ha globalizado, el intercambio de imágenes por tantos medios
ha logrado que las miradas estén más abiertas a la investigación y cada día más
lejanas de una sola forma de percibir el mundo.
Desde
esas charlas entre cafés o cervezas que tanto bien hacen a relajar el ambiente,
todos han dado muestras de compartir mi preocupación por lo que algunas
asociaciones están haciendo al universo fotográfico nacional, desde hace unos
años el estado ha patrocinado algunas iniciativas por todo el país, en esas
iniciativas se han sumado muchos de los llamados “colectivos culturales”, hasta
allí la cosa no tiene gran problema, cada quien se asocia o hace cosas con
quienes quieren sin que hubiese alguna dificultad por ello, la cosa se daña
cuando miramos de cerca lo que impulsan esas asociaciones.
Los
trabajos que muestran por las distintas vías carecen de profundidad, a pesar de
que hay muchos fotógrafos bastante talentosos en esos colectivos, su trabajo no
pasa de ser una floritura técnica deslumbrante pero vacía de todo significado
más allá de los recursos técnicos y tecnológicos utilizados. La fotografía es
percibida por cada día más gente como un medio donde cualquier cosa puede ser
considerada arte, donde la individualidad y particularidad del pensamiento se
omite por primar millones de fotografías idénticas, de Diablos, viejitas,
niñitos ventrudos, ranchos de bahareque, atardeceres, paisajes, playas,
sonrisas, pueblitos en fin, toda una pléyade
de temas bonitos pero cuyo tratamiento es tan superficial que aburre.
De
paso tienen el coraje de llamarse artistas y hablar del “rescate” de la fotografía
venezolana como si alguna vez se hubiera perdido. Hay muchos errores en esa
formación exclusivamente técnica que prima los malabares tecnosóficos para
lograr la "imagen perfecta” pero olvidan de plano el asunto intelectual ,
emocional y hasta filosófico del oficio, particularmente no le veo ningún sentido
a andar fotografiando cosas sin querer transmitir mi visión del mundo, es una pérdida
de tiempo, dinero y esfuerzo lo contrario.
Ahora
bien, muchas de esas asociaciones hacen múltiples exposiciones alrededor del
año, se felicitan con énfasis onanista pero nadie hace una reflexión seria
alrededor de la imagen, las exposiciones hechas como chorizos, mal ejecutadas
pues los participantes escogen sus fotos para la exposición y como si fuera
poco los temas se reducen a fotografiar la “venezolanidad” como si eso fuese
así de sencillo sin plantear un proceso de investigación, reduciendo todo a imágenes
folclóricas que más bien parecen un catálogo de postales apócrifas, sin valor
ni trascendencia.
Creo
firmemente en que se está gestando desde algunas escuelas fotográficas un
movimiento de profundidad en la investigación, sin embargo miro con
preocupación cómo el estado gasta tiempo y esfuerzo en esa nada artística,
aunque este espacio no es para discusiones políticas bien vale acotar la
aparente acefalia de los entes gubernamentales que pretenden hacer cultura, con
políticas banalizadoras del pensamiento, sobre todo si no es cónsono con su
ideario político, peores aún son esos que sabiendo sus limitaciones se
aprovechan de la ignorancia de otros para ganarse la vida, aún están a tiempo
de plantearse cosas serias para poder hablar en un futuro de fotografía hecha
en Venezuela por venezolanos y no de fotografía venezolanista más cercana a la
propaganda que al arte.
A la venta el Manual de fotografía para principiantes
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José Ramón Briceño, 2015
@plurifotos
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