martes, 9 de mayo de 2017

El largo camino de la imagen

El proceso de una fotografía comienza con un clic del obturador, eso es solo el inicio. No soy partidario de mostrar todo lo que se toma con el equipo ni de pensar que todo lo que fotografío es bueno, en realidad creo que toda fotografía necesita un periodo de “reposo” antes de comenzar las últimas fases del proceso, ese que termina solo cuando está impresa y montada o publicada, siempre puede ser mejorada pero si se queda en ese punto, si no aprendemos a hacer el cierre con cada imagen , entonces jamás mostraríamos imagen alguna, lo que equivale por supuesto a no hacer nada, puedes tener millones de excelentes fotografías en tu archivo pero si nadie las ha visto cuentan como si no existieran, somos lo que mostramos me decía una vez el Maestro Prada cuando discutíamos sobre lo que estaba haciendo pero que no mostraba más por pudor que otra cosa.
Comencé a tomar en serio la fotografía hace más de veinte años, corría el año 1994 cuando por primera vez pude ser testigo de la magia del laboratorio, entender que la foto es más que un click y que el laboratorio era el espacio perfecto para hacer de mi trabajo algo digno de ser mostrado, a pesar de lo que dicen por ahí la verdad no me considero tan fatal laboratorista , mis copias salían bastante bien a pesar de las diferencias metodológicas con otros fotógrafos, de hecho alguna vez compartí laboratorio con uno de mis grandes amigos y en pos de mantener la paz en el trabajo así como la amistad (que es más importante a fin de cuentas) comenzamos una política de materiales separados, la clase de mi amigo usaba unos químicos diferentes pues su proceso era otro diferente según los resultados deseados, por mi parte luego de muchos años trasegando químico y papel , ya tenía mi proceso más o menos controlado.
Pasaron los años y vino el huracán digital que nos dejó a los puristas del laboratorio con la tarea de comenzar desde cero el aprendizaje, primero con unas cámaras que si bien hacían el trabajo no tenían las posibilidades que dan hoy día las réflex de más baja gama, no digamos las de alta gama e inalcanzable precio.
Fue un tiempo de descubrimientos y aprendizajes que aun hoy a más de quince años de comenzado el camino en lo digital todavía hay miles de cosas que uno ignora. Siempre he pensado que todos los aspirantes a fotógrafos deben aprender desde el origen, mucha película, muchos revelados, copias, virados y aprender toda la alquimia del laboratorio antes de tomar una cámara réflex digital aún mucho antes de conocer bastante bien la herramienta de procesado de imágenes de su preferencia, tengo la certeza de que la luz deja de ser un misterio solo si se le conoce tan de cerca como obliga el laboratorio analógico ( o químico como quieran decirle) el hecho de manejar una ampliadora, controlar las temperaturas de los diferentes químicos que intervienen, escoger el papel, hacer la copia peleando los grises en cada tonalidad haciendo malabares con las manos para exponer más o menos según requiera cada fragmento del fotograma a copiar, hasta llegar a extremos como calentar el revelador de papel para que rinda unos grises específicos “obligando” al químico a reaccionar como queremos a pesar de que en ningún manual puedes encontrar tal cosa, en fin, aprender que la luz es un milagro que podemos manipular , en digital se hace pero lo poco íntimo del proceso hace complicado que los nuevos fotógrafos puedan apreciar el proceso de la luz en pleno y con la calma obligada por los lentos efectos del químico si lo comparamos a la inmediatez digital.
En el laboratorio digital (Photoshop) uso la misma lógica que utilizaba en el químico, llevando incluso a tomar las fotografías pendiente del apoyo que necesito del laboratorio, descuidando incluso algunos detalles en pos de poner atención en otras cosas, recortar la imagen me parece un pecado menor del que nadie tiene por que enterarse. Lo que también hago es dedicarle tiempo a una imagen, gracias al laboratorio digital he producido imágenes que en principio no valían mucho pero que una vez alteradas han terminado en prestigiosas salas de exposición y hasta aplaudidas en diferentes espacios hasta hacerme sentir algo incómodo por la atención prestada.
La comodidad del laboratorio digital es algo innegable , eso de nunca más apestar a químico se agradece , así como haber evitado la bala de la hepatitis química que varios amigos sufrieron por las largas exposiciones a químicos peligrosos (uno de ellos casi muere, el otro apenas perdió 2 kilos que ni se le notaron) es algo que toca agradecer, sin embargo creo que las nuevas generaciones de fotógrafos no han descubierto aun el secreto del detalle como apoyo a la imagen y que se debe cuidar en toda fotografía, hay veces que unas luces ayudan a contar mejor la historia, dedicarle un buen rato a los matices de color, la intensidad de los grises, el detalle de los rostros y olvidarnos un poco de la tecnosofía, dejar de pensar en HDR o en cualquiera de los filtros que existen, esos nacen para apoyar las historias, no para constituir el único arco discursivo, si dependen de ellos corren el riesgo de hacer de sus fotos una más en el inmenso vertedero del lugar común.
La tarea para los nuevos valores debería ser un intensivo pero largo proceso de aprendizaje analógico con todos los detalles que conlleva eso y después recomenzar con el digital, ahí descubrirán que miraran el mundo con otros ojos, sobre todo porque el proceso analógico obliga a pensar cada disparo, a calibrar nuestra cámara según el proceso y que incluso cada película responde de manera diferente ante las mismas escenas, razón por la cual toca pensar nuestro disparo en función del revelado y a veces hasta en la copia final, un proceso que lleva en el mejor de los casos algunos días, en contraste con los microsegundos que tarda el proceso digital. Si aprendes a pensar en tu imagen como el resultado de un largo proceso que incluye no solo el ojo, el pensamiento, el corazón y hasta las emociones del instante que se complementan y donde uno siempre está pensando en cómo va a salir la imagen hasta conceptualizarla, lo que se reflejará en la copia final.
Si cada fotógrafo se dignara a dedicarle por lo menos media hora a cada imagen, hacer varias posibilidades, trabajar su herramienta de laboratorio digital como hacíamos en las ampliadoras, seguro sus trabajos subirán de nivel, la tecnosofía adorna pero la imagen predomina más allá de las mentiras digitales que tantos confunden con arte.
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José Ramón Briceño, 2017
@plurifotos


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