Hace
un tiempo vi una noticia en muchos sitios de internet donde daba fe de como un
fulano, luego de no sé cuántas miles de fotos y siete años logró hacer una
“foto perfecta”, creo haber visto la imagen, ciertamente muy bien ejecutada,
limpiamente editada , con cada color en su sitio pero tenía una belleza tan
estrafalariamente muda que la olvidé en
seguida, la única razón por la que la recuerdo es que me pareció absurdo el
dato de las millones de imágenes y los siete años para lograrla, el tiempo que
gastes en hacer algo no aporta mérito alguno a ninguna propuesta , a fuerza de
técnica , tiempo y recursos cualquier picapedrero se hace escultor en siete
años, un artista no tiene límites ni le interesa el tiempo en lograr terminar
su obra, así como un escritor deja que el lector haga juicios, el pintor
simplemente trabaja hasta lograr su cuadro que igual pasen tres años como dos
horas igual es arte , así los ejemplos sobran, así que el falso mérito del
tiempo dedicado y los intentos fracasados no te hacen artista automáticamente a
menos claro que este sea una justificación para darle un marco honorable a su
nulidad estéticamente correcta.
Esta
indulgencia socialmente correcta está matando poco a poco el intelecto haciendo
la sociedad algo tan superficial que produce fobia, ahora resulta que pensar es
un ejercicio de gente triste pues la correcta y feliz dice que todo es bello
para no pisar callos a nadie , la buena fe del engaño por corrección con la que
blogueros, periodistas ligeros (la mayoría) y lectores que hacen millonario a
YouTube a fuerza de audiolibros , videos y televisión por cable , instagram y
demás redes sociales donde las empresas por evitar malos ratos no colocan forma
de expresar la molestia con un emoticón y los usuarios no critican para evitar
lesionar el autoestima de quien exhibe sin pudor su trabajo soso o malo, los
que se atreven usualmente salen lesionados a fuerza de insultos de los
defensores cuyos comentarios mal hablan de su identificación solidaria para con
la mediocridad , algo así como que la exigencia parece ir de retirada.
Cuando
se hace un trabajo por costumbre del cuerpo, ese casi ocioso que se esmera en
la postal hermosamente sosa, que no quiere comunicar nada si no enseñar a todos
un excelente ejercicio onanista con la cámara y que vuelve la fotografía una
canción de diseño, el boom del verano que verán una vez pero que nadie
recordará nunca más. La clave para una buena foto es precisamente el amplio
manejo de los códigos para comunicar cosas sin recurrir a más palabras que las
del título, no el tiempo y la pericia que le dedicas.
Si
nos ponemos a hablar de ese concepto, explicar las mil horas dedicadas a lograr
la imagen tendríamos que eliminar el trabajo de más del 60% de los maestros de
la fotografía mundial, esos que iban a saltos y sustos entre la guerra, el
hambre, aquellos que vivieron tanto las
cosas complicadas de la historia en los últimos cien años como los que se
dieron la tarea de ver más allá de lo que los humanos comunes captamos en
nuestro diario vivir. Los que conocemos del oficio sabemos que todo se va
resolviendo en el camino , que nadie se fija en los detalles de la toma, solo te
preocupas del encuadre pues lo demás lo acomoda el cerebro en automático por aquello
de haber pasado por un largo entrenamiento durante años de práctica , que hasta
en las situaciones más bajo control dependes de menos de un sesentavo de
segundo para tener la imagen correcta, decir que trabajaste cien años no te
hace mejor, si acaso todo lo contrario, ya que lo que no puedes resolver en
diez minutos de edición no tiene salvación posible, por tanto el profesional
debería trabajar para que la edición post toma sea el mínimo
indispensable
Parte
del mérito está en que todos los valores
(exposición, composición, encuadre e intención comunicativa) coincidan en ese instante decisivo (Cartier-Bresson
dixit) cuando decides presionar el obturador haces lo posible para tener el
noventa por ciento de efectividad, de hecho, muchas veces descubres que el ojo
funciona separado del cerebro , hay imágenes que no recuerdas haber hecho que
resultaron mejores de lo proyectado, con
lo que hay ocasiones en las que años después, revisando el archivo te enteras
que hay mucho más de lo que pensabas era lo mejor.
Alguien
dijo alguna vez que lo importante era la imagen , los detalles de su
construcción sobran , estoy totalmente de acuerdo con eso , perderse en
explicaciones sobre técnica, tiempo de dedicación y hasta los procedimientos de
edición con los cuales se valió el fotógrafo para lograr su trabajo, sobran ,
es algo así como que un cocinero se esmere en explicar cuanto se tardó en
cosechar un vegetal, el tiempo que dedicó a preparar la tierra, el abono, los
agroquímicos (o su ausencia) el material con el que se fabricaron los
implementos de cocina y hasta las cualidades del combustible utilizados para
cocinar , como vuelta retorica para explicar cómo logró hacer una hamburguesa
común y silvestre, muy bonita, elegante, de buen sabor , una perfectamente
construida pero que desnuda de la retórica sigue siendo una hamburguesa , algo
así pasa cuando muestras una fotografía donde lo aparentemente importante es el
procedimiento y no el resultado pues este no es nada del otro jueves.
En
resumen, el fotógrafo tiene dos labores básicas, la primera documentar los
mundos (si, son muchos) que están fuera del alcance de los mortales y la otra hacer de lo ordinario algo
extraordinario, cualquier cosa fuera de eso pertenece al campo del onanismo
fotográfico de la manía tecnosófíca intrascendente de quienes por no tener nada
que contar prefieren perderse en la intrincada retórica de la nada técnica,
pasando al olvido instantáneo de los millones que pueblan las redes cuando la
intención debería ser lo contrario, pertenecer a la elite que pervive en la
memoria colectiva, premios aparte.
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Profesor
José Briceño, 2019
@plurifotos